Se plantean que el Palacio de Bellas Artes sea investido de la calidad institucional de un destino cultural turístico inteligente y sensible a partir del singular atractivo de su belleza y el patrimonio pictórico extraordinario que atesora
Por José Rafael Paula Sosa.SANTO DOMINGO.- El edificio del Palacio de Bellas Artes es un personaje vivo, una estructura que distingue la ciudad que lo acoge. Es una realidad silente, mágica, de la cual emana una belleza propia y que debe transitar hacia el estatus de un destino turístico cultural urbano inteligente de Santo Domingo.
Aun cuando figura entre las edificaciones más hermosas e históricamente ricas de la capital, el Palacio de Bellas Artes, en el cual su real belleza radica en su interior, en sus salones, sus columnas de mármol travertino, sus escaleras en bronce relucientes al estilo de los palacios de la Vieja Europa, en el patrimonio pictórico fundamental por ser la primera gran colección de pintura formal e institucional creada en el país en 1956.
Transformar el Palacio de Bellas en un destino cultural de alto nivel es procedente y posible, para lo cual bastaría la disposición de voluntades institucionales públicas y privadas (Cultura, Turismo DGBA, los guías turísticos, ADOMPRETUR, Educación, algunos mecenas que apoyen la iniciativa). Por ahora, ya está bien. Este cuento está muy largo.
La propuesta la hace José Rafael Sosa, quien ejerce el periodismo cultural y es asesor de las directivas de la Asociación Dominicana de Prensa Turística (ADOMPRETUR), tras una amplia indagatoria en la historia del Palacio Nacional de Bellas Artes.
Indica Sosa sobre el Palacio de Bellas Artes, que su especificidad artística, su reciedumbre arquitectónica y su expresividad estética estaban comprometidas con la misión asignada: ser un espacio para alojar lo mejor del arte nacional e internacional.
La investigación documental de Sosa indica que el Palacio de Bellas Artes está emplazado en un inmenso terreno en las esquinas de las avenidas Independencia con Máximo Gómez, es una de las joyas arquitectónicas de la capital dominicana, destacada por su imponencia y por la forma en que enmarca ese espacio.
Sosa indica que formulará por escrito la propuesta a la directiva 2025-2027 encabezada por la licenciada Sarah Hernández, a fin de que se considere su oficialización como objetivo de trabajo.
La instalación tiene parecido a un templo grecorromano, coronado por una cúpula de 97 pies de circunferencia, que lo distingue al punto de convertirse en el rasgo seleccionado para integrar el logo de Bellas Artes.
Hoy día, el Palacio de Bellas Artes resume un presente neoclásico, con líneas estructurales que develan la estricta disciplina que emanaba de una dictadura que, entre los factores positivos que deben admitírsele, imponía que todo debía hacerse con excelencia, sin aceptar resultados mediocres, so pena de cárcel, ignominia, exilio o muerte.
En la década de 1950, bajo el régimen de Rafael Leónidas Trujillo Molina, se impulsaron diversas obras de infraestructura monumental para proyectar una imagen de modernización del país y fortalecer su culto a la personalidad. El proyecto del Palacio de Bellas Artes surgió como parte de esa política, aunque con una función genuinamente cultural: ofrecer un espacio para la formación, exhibición y presentación artística.
La idea de construir el Palacio de Bellas Artes fue anunciada en el Palacio Nacional por Trujillo, pero nació realmente del círculo de intelectuales que se adscribieron a servirle a cambio de puestos en el tren burocrático y favores desde el poder. Con el tiempo, la paternidad de la idea quedó atribuida al dictador.
El Palacio de Bellas Artes fue concebido como parte de su política de monumentalismo cultural, dentro de un plan más amplio para dotar al país de infraestructuras que proyectaran una imagen de progreso y modernidad bajo su régimen. Esto se enmarcó en la conmemoración del vigésimo quinto aniversario de la satrapía, con motivo de la proyectada Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, en 1955.
El Palacio fue concebido como un espacio para promover las artes escénicas y visuales —teatro, música, danza y exposiciones— convirtiéndose en un símbolo importante del arte dominicano del siglo XX.
La concepción técnica y artística fue responsabilidad de Guillermo González, destacado arquitecto dominicano, quien diseñó el edificio en un estilo neoclásico con influencias art déco. González, uno de los arquitectos más influyentes del país, fue también autor del Hotel Jaragua y del edificio Copello. Su estilo combinaba elementos del neoclásico monumental, con fuerte énfasis en la simetría, columnas y mármoles.
La construcción se inició en 1952, como una edificación de unos 13,375 metros cuadrados, a cargo de la Compañía Ingenieros Asociados, Sociedad Civil, presidida por el ingeniero Bienvenido Martínez Brea (Bebecito), en un terreno de 24,700 metros cuadrados ubicado en la avenida Independencia esquina Máximo Gómez.
Existe una versión que atribuye el diseño al estudiante de término de arquitectura en la Universidad de Santo Domingo Francisco Manuel Batista Bisonó (Cuqui Batista), quien propuso dos proyectos: uno moderno, de estilo avanzado y audaz, y otro tradicional y neoclásico, de inspiración griega, que fue finalmente el elegido. Sin embargo, se trata de una versión no documentada y poco probable, ya que Trujillo contaba con un selecto grupo de arquitectos de prestigio en quienes confiaba ciegamente. El maestro Guillermo González era uno de ellos.
El edificio, inspirado en el templo de Apolo en Delfos, presenta una planta simétrica con cuatro fachadas y entradas con escalinatas en cada una de ellas. Como otros edificios de la época trujillista, el Palacio de Bellas Artes sugiere autoridad a través de la verticalidad de sus columnas dóricas y del disciplinado cuidado estético del friso que corona la edificación, con figuras en alto relieve. A todo esto, se suma el tono caqui, cuasi militar, que define la apariencia exterior.
Las fachadas están decoradas con columnas monumentales de capiteles dóricos que sostienen el entablamento, compuesto por arquitrabe liso, friso con triglifos, metopas y cornisa. Completan la visual los volúmenes de los ocho salones levantados en la azotea, rematados por estructuras rectangulares, así como el tambor y la bóveda de la cúpula.
La página web de la Dirección General de Bellas Artes indica que al pie de cada entrada fueron colocadas dos esculturas de tamaño heroico (8.5 metros), realizadas por el escultor Antonio Prats Ventós.
Estas inolvidables esculturas representaban figuras masculinas y femeninas que portaban simbologías de las distintas manifestaciones del arte y la ciencia: lira, máscaras, pintura, música. Fueron demolidas en 1969 —un crimen cultural patrimonial sin castigo— para ser sustituidas por copias de obras europeas.
El edificio fue construido en hormigón armado, con muros exteriores de 10 y 12 pulgadas de grosor, lo que lo convierte en una estructura antisísmica, ya que sus bases están afianzadas en roca viva.
Para revestir las paredes exteriores, se utilizó una mezcla de arena cernida de Boca Chica con cemento sin color, lo que le otorgó ese tono particular y único que identificó al Palacio de Bellas Artes durante muchos años.
Para la decoración de los interiores y exteriores, se contrató la firma española Loscertales, S. A., bajo la dirección del ingeniero Manuel Fernández Grande, quien respetó el estilo griego de la fachada en el auditorio, aunque optó por una orientación más romana en los salones de reuniones y la rotonda.
En 2010, el Palacio de Bellas Artes fue declarado por el Bureau Internacional de Capitales Culturales como uno de los Siete Tesoros de la capital dominicana, en una selección realizada mediante votación popular.
Esa colección de pinturas con obras de más de 70 pintores dominicanos, tiene casi 200 piezas, se comenzó a formar en 1956 —indica doña Marianne de Tolentino, directora de la Galería de Arte de Bellas Artes.
Una visita guiada de turistas sensibles al arte comenzaría por mostrarles las dos copias al óleo, pintadas por Francisco de Goya (La maja desnuda y La Maja vestida), donadas en 1955 por Francisco Franco a Rafael Trujillo.
Los originales de esas dos obras se encuentran en el Museo del Prado en Madrid, España. La maja desnuda fue pintada entre 1797 y 1800, y La maja vestida entre 1802 y 1805, y están consideradas como una de las primeras representaciones artísticas de una mujer real y sensual, no alegórica, en la historia del arte moderno. ¿A cuál turista español, estadounidense, alemán o canadiense pudiera no interesarle esta historia?
El catálogo que acaba de entregar a la sociedad sobre la exposición “Arte en Bellas Artes” en la Galería de la institución, curada por Salvador Bergés bajo la dirección de Tolentino y que incluye el primer óleo registrado como hecho en el país a un director general de Bellas Artes, Rafael Díaz Niese, maestro de artes que tuvo la responsabilidad de crear el sistema nacional de enseñanza de la estética visual y otras manifestaciones como el teatro y la música.
Ese cuadro fue realizado por el pintor alemán George Hausdorf. El catálogo de la exposición es una joya editorial que compendia la gran muestra pictórica, que debería ser mucho más visitada por el público, por ser, a nuestro juicio, la más trascendente de las montadas en la capital dominicana en el presente año.
Se plantean que el Palacio de Bellas Artes sea investido de la calidad institucional de un destino cultural turístico inteligente y sensible a partir del singular atractivo de su belleza y el patrimonio pictórico extraordinario que atesora.
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