martes, 28 de noviembre de 2017

René del Risco Bermúdez y los inicios de la nueva narrativa dominicana de los sesenta

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MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN [mediaisla] La narrativa de René del Risco Bermúdez abre un horizonte para estudiar el cuento que, influido por el existencialismo, el Nouveau Roman, el Boom latinoamericano y la cuentística del realismo social cultivada por Juan Bosch, inicia su andadura en las letras dominicanas a partir de la década del sesenta

Con la publicación de Todos los cuentos de René del Risco Bermúdez (Editora Nacional, 2017), el lector interesado podrá tener a la mano un conjunto de narraciones que muestran cómo los integrantes de la generación del setenta estuvieron dedicados narrar una nueva realidad dominicana, la que les vino luego del ajusticiamiento de Trujillo.

Este libro que actualiza la primera publicación de 1981 de Editora Taller está compuesto por veinticinco cuentos que integran una variedad de temas que versan sobre la nostalgia, la cimentación de una voz juvenil (que destaca la construcción de un mundo que de pronto se hace pasado), la violencia política, la vida cotidiana, la sexualidad, los nuevos estilos de vida, la prostitución, la vida de los marginados, el exilio… todo esto sin olvidar las formas literarias.

Se destaca en sus estructuras un narrador que hace fluir lo que acontece desde una novedosa perspectiva, la que se abre con los autores que se dan a conocer más con el Boom latinoamericano, pero que ya eran muy conocidos en América: Borges, Onetti, y sobre todo Cortázar influido por el Nouveau Roman. Y esto deja ver un intento de narrar de otra manera. En muchos cuentos predomina el narrador intradiegético propio de los relatos en los que el narrador o el autor están implicados en lo que se cuenta. Esto hace que las narraciones sean más testimoniales, lo que tiene como resultado también que las narraciones sean más verosímiles, y en el caso de este autor, logra mostrar su propia perspectiva, su manera de ver lo que pasa y lo que ocurre.

Las narraciones homodiegéticas son parte de una escritura de la nostalgia, del pasado juvenil, la escuela, la ciudad, (Santo Domingo o San Pedro de Macorís) el barrio, los amores juveniles, la familia, el exilio en Puerto Rico. Muchos de los cuentos están narrados en primera persona y otros en segunda persona, creando un ‘narratario’ en los que se conversa con seres ausentes, con muertos o con personas a los que no siempre se les da la palabra, pero que se miran con empatía. El discurso narrativo tiene muchas veces la forma del ‘Bildungsroman’ o novela de educación, en el que la voz narrativa va refiriendo el pasado, los amores, la vida y la violencia en los barrios hasta llegar a pintarse como el hombre profesional de saco y corbata y el camarada que ve desde la cercanía o la distancia la violencia del poder.

Las narraciones no dejan de mostrar el mundo dominicano de esa época signada por la violencia y la búsqueda afanosa de una forma de gobierno que hiciera justicia a los desposeídos, a la clase media. Los jóvenes que se plantearon en la política cambiar el país aparecen en sus angustias, en sus caídas, en sus momentos heroicos, como el del foquismo y la represión de los aparatos del Estado. Pero no es la obra de Del Risco Bermúdez una simple denuncia de esos tiempos. Hay en el narrador un dominio extraordinario de la lengua, sabe buscar un estilo que atrapa al lector, un registro que mantiene una atmosfera narrativa a partir de la cual construye relatos interesantes y artísticos.

Del Risco Bermúdez narra la vida cotidiana sin ser criollista, narra la anécdota y la eleva a un plano existencial como lo hace en el cuento “El mundo sigue Celina”, que relata la vida de la ciudad desde una perspectiva individual, pero que se eleva con un tema muy universal como el desasosiego, el peso del existir, la vida y la muerte, el peligro. En él podemos ver el cambio de la vida dominicana, su apertura al mundo después del largo paréntesis de treinta años.

La ciudad queda dibujada en sus espacios más emblemáticos, el malecón, sus cafés, la zona colonial, sus parques, sus barrios y el río. Que es espacio de la muerte y es vida de la ciudad. Los autos, la radio, la publicidad y sobre toda su música. Hay en este conjunto muchos textos que poseen la intertextualidad, una especie de diálogo con otros textos, sobre todo orales. El caos de la vida, una juventud que no logra asir su propia cotidianidad; se nota en la forma del relato. Las voces aparecen agrupadas, no hay diálogos, sólo monólogos y voces que se cruzan.

En la poética de René del Risco la ciudad tiene una apertura definitiva hacia el mar. Los paseos junto al mar, en “Todos son Eurídice” y, donde la ciudad «nunca servirá para esperar». Por otra parte, en el cuento “No sirven después las palabras”, la casa del joven que mira y desea está situada cerca del malecón y allí se citan, combo antes en el Parque Independencia los enamorados que la narrativa del sesenta quiere recuperar. Para René del Risco Bermúdez, lector de Cortázar y Onetti, las calles y los parques son espacio-tiempo de un mundo de deseos, ausencias y nostalgias.

En esta poética se inscribe la vida con su hiperrealidad, el divorcio entre el mundo anhelado y el mundo vivido, como si los esfuerzos fueran vanos, pero a pesar de todo… la vida sigue. De ahí que constantemente haya una inscripción en la memoria, y volver al pasado, un recuerdo que une los tiempos:


Pero dejemos a esta Alicia, esta es una Alicia que pertenece al recuerdo del primer año de intermedia… (9).

En “El sábado es otro día”, esa hiperrealidad del barrio, la vida pasa por un discurso social marcado por una filosofía de lo absurdo. Donde el poder vigila, recuerdos del SIM, Gestapo de Trujillo, donde el sujeto termina aplastado porque la palabra es un delito. Como le ocurre a la protagonista de “Eso le pasó a Teresa”.

El mundo que rodea a personajes y voces no es muy distinto en Nueva York, San Juan de Puerto Rico o en Hanói, Vietnam. La vida del consumo y el poder lo simbolizan el inglés y la Cocacola, el carro Dodge, New York Times, los dólares, el LSD y la catástrofe nuclear que se esperaba, entonces; en el afuera, la vida eras una tragedia gruesa: “De Vietnam bajo una lluvia de ceniza”.

Del Risco usa la intertextualidad para construir una poética de lo urbano donde se juntan la sociedad de consumo, la publicidad y la música. Hasta los slogans del gobierno que conforman una pedagogía social, «dominicano corta tu caña» o aquellos refranes de las canciones populares: «cógelo con calma, no te agites mucho, esto no es pa’ viejo»… como ocurre en el cuento “El mundo sigue, Celina”. De igual modo, no deja de aparecer el bolero como un referente al mundo del cabaret que se crece cuando la radio de la ciudad es desbordada por los nuevos barrios de los recién convocados a la modernidad periférica.

En ellos, un mundo danzante de cicatrices y meretrices: «siempre danza y aguardiente espantando lo malo… caderas la mujer, cintura y sexo el hombre, danza para espantar el diablo», con su envío al pasado de la caña, los bateyes y San Pedro de Macorís.

En el cuento “En el barrio no hay banderas”, y como ocurre en “Un día que se llama domingo”, la represión política caracteriza el tiempo vivido y contrasta el discurso épico con las pequeñas luchas cotidianas, a veces absurda para la voz narrativa. El país no logra un consenso de esperanza y el sentido de la vida es reducido porque la violencia y la muerte se hacen cotidianas: «de modo que estamos tan acostumbrados a esto que ya no concebimos que la gente de otro lugar muera de la misma forma que los nuestros, y para serte sincero, yo creo que nos hemos unido tanto alrededor de esa costumbre, que ya la muerte de otra gente apenas si nos interesa» (En el barrio… (19).

Como su cuento emblemático “Ahora que vuelvo, Ton”, los cuentos numerados 1, 2, y 3 conforman un tríptico de la nostalgia, del envío a la infancia, del regreso al Macorís natal con su río, su mar y sus calles polvorientas. Son las crónicas de la partida, y pensar que no se podía conciliar el presente con el pasado. Mientras en la ciudad buscan imponerse a la voz poderosa del gobierno que, a través de la publicidad imponía: EL AÑO DEL DESARROLLO. Y al final, el hombre reflejado en el espejo se encuentra en un sueño, en su propio pensamiento y se ve cadáver de sí: «Aplastado por los años que se detienen en los espejos» (Cuento No. 3 (160).

En sí, la narrativa de René del Risco Bermúdez abre un horizonte para estudiar el cuento que, influido por el existencialismo, el Nouveau Roman, el Boom latinoamericano y la cuentística del realismo social cultivada por Juan Bosch, inicia su andadura en las letras dominicanas a partir de la década del sesenta. Los cuentos de del Risco Bermúdez marcan un tiempo signado por un mundo desesperanzado, de ahí la reiteración de un desencuentro entre lo esperado y lo venido, entre la espera y la realidad.

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MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN (Higüey, RD). Departamento de Estudios Hispánicos de la UPR Cayey, es autor de Ensayos sobre literatura puertorriqueña y dominicana (2004), Entrecruzamiento de la historia y la literatura en la generación del setenta (2009), Las palabras sublevadas (2011) y Los letrados y la nación dominicana (2013), entre otros.

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