Tarde o temprano, Amaury (título sugerido por mi hijo Omangy)
Hay epitafios que uno no sabe dónde ponerlos,
por eso coloco la taza de té sobre la tumba
y todo el paisaje queda honrado en el humo que evapora,
la autopista entera es envuelta en la epidermis de su aroma;
completo brilla también el sol
casi al salirse del poema por tu cuerpo perforado,
hay epitafios, Amaury,
tan simples como podar las flores de los acantilados;
ya no es mudo el asfalto,
el té sobre la tumba es su lenguaje,
pero hay Judas, sin embargo,
y también hay héroes traicionados;
fíjate que ni tu nombre
o el salto de tu sombra al topetarse con la muerte
la mancha del grito borran como lo hace Dios:
en el nombre del padre,
del hijo y del
espíritu santo…
¡amen, Amaury!
¿cuántos dicen amen?
por la Chuta, ¡amen!,
por Perdomo, ¡amen!,
por Ulises Cerón, ¡amen!
por Amaury, ¡amen! ¡amen!
porque el cuerpo de la tarde quedó sembrado
bajo el mármol pisoteado por los Doce Años;
el dardo y las espadas,
brisa mojada
la espantada mañana del malecón,
el ayer de los ahoras,
franja roja al borde de la tumba
que se traga al país yola por yola,
empaquetados todos como el ají…
todo el país enlutado yola por yola;
vaivén de las cotorras,
soledad la nuestra en el andén,
cada cuerpo en la lluvia de las olas,
todo rostro que en la ventana acora,
cada sueño es una yola, Amaury,
y este epitafio sin bandera, esta alcoba,
es un simple poema,
el homenaje sagrado de mis labios
a las palabras que enterraste
para que la patria no quedara sola;
tarde o temprano, Amaury,
volverán las lilas a endulzar la herida del pelotón
y en el orificio de la bala, atento al difunto, el pistolero vivirá;
tarde o temprano, Amaury,
la osamenta del paisaje viajera será del mar en la canción
y el sujeto liberado nadará contra las olas
sin ser más prisionero de la yola y el temor;
tarde o temprano, Amaury,
el pueblo será de nuevo, no una yola como hoy,
sino el eco de su propia voz, no una yola como hoy,
sino el eterno epitafio de esta era, no una yola como hoy,
Amaury, no una yola naufragada y sin adiós.
Dió-genes Abréu
New York,
1/2001
Palmeros 1972,
el este y el sur unificados
en una sola tragedia,
una casa perforada cual cedazo glorificado
y el mar gritando en oleajes bravos;
la tierra,
el sol,
el aire,
una cueva
habitada como vientre de madre por las aguas de enero;
silencio en la calle,
la patria hecha cadáver
así de pronto acorralada,
funerales… 1972;
pero hoy... ¡miren!
miren como entran resucitados:
Amaury, Cerón
Prandy y Perdomo,
más que nunca palmeros en nuestros hombros,
en la nieve de Broadway o el sudoroso verano,
cuatro estrellas sobre el barro avanzando;
hacia la isla nos retornan sus huellas
en el calor de palmeros resucitados,
mírenlos entrar sonrientes:
Amaury, Cerón
Prandy y Perdomo,
aun después de muertos se nos entregan de nuevo
y nos ponen en el pecho
el paisaje abierto de sus abrazos.
© Dió-genes Abréu
Enero de 2002
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