No todo es oro lo que reluce entre los inversores españoles que aterrizan aquí. Los hay de todos los colores, de contrastada valía y de trayectoria nada ejemplar.
La mayoría de los empresarios turísticos que han apostado por RD son muy fiables, sean grandes o medianas cadenas que han generado bienestar y empleo.
Con los hoteleros y los operadores desembarcaron a la par suplidores de reconocida solvencia que igualmente han creado valor a la economía de Quisqueya.
En los últimos años, y al calor del boom residencial turístico, aterrizaron, sin embargo, empresarios sin apenas escrúpulos.
Son gente que ya portaban una mochila repleta de denuncias y polémicas en España antes de pisar tierra dominicana. Puros especuladores.
No hay que ser un lince para catalogar a estos grupos de empresarios, más bien seudoempresarios, que en muchos casos han salido huyendo de España.
Es fácil para los funcionarios del Estado detectar el rigor de esa clase empresarial carente de ejemplaridad, y aquí habría que incluir a alguno del sector turístico.
Unos dirigentes que presumen de combatir la corrupción deberían ser selectivos con esa grey mugrienta que tanto daño hace a RD y a los propios empresarios españoles.
Y cuidado tendrían que tener igualmente con la camada de asesores políticos cuya principal virtud es la de intermediar en asuntos intrascendentes. Por no decir palabras más gruesas. (arecoa.com)
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