Manuel Quiterio Cedeño.
Desde que los medios de comunicación pusieren en el foco de su atención la reforma fiscal, y los incentivos al sector turismo comenzaron a ser parte del debate, decidí preguntar a amigos relacionados con asuntos financieros sobre el rendimiento de las inversiones y de los ahorros en las entidades financieras. Quería saber si existía algún banco o entidad en la que cada peso depositado aportara como beneficio 12 pesos.
Me interesaba la información porque algunos estudios de expertos sobre el “costo fiscal del turismo”, es decir los ingresos no recibidos por el Estado por los impuestos dejados de cobrar a ese sector, indican que por cada peso otorgado en incentivos fiscales las actividades productivas que genera el sector y sus compras locales, aportan 12 pesos al gobierno.
El resultado de mis indagaciones demuestra que los incentivos fiscales son un negocio redondo para el Estado. Ninguno de los consultados pudo señalarme una actividad productiva legal en la que sus beneficios aporten al inversionista 12 pesos por cada peso invertido.
Revisé fondos de inversión, rentabilidad de los ahorros y certificados financieros, acciones de empresas en el mercado de valores, recursos derivados a actividades inmobiliarias, retorno en productos agropecuarios, etc. Nada llegaba siquiera a un peso de beneficio por cada peso invertido. Una vez más concluí en que el turismo es un buen negocio para la economía del país (sector industrial, comercio, industria de la construcción, medianas y pequeñas empresas, productores agropecuarios, bancos, fondos de inversión, etc.).
También lo es para el Estado y para toda la sociedad, porque el reporte del empleo en el año 2022 indica que esta actividad de manera, directa, indirecta e inducida, generó el 18% del empleos, unos 721 mil puestos de trabajo, cantidad que como bien dijo ayer en Baní el presidente de ASONAHORES, David Llibre, “es crítica para reducir el desempleo y mejorar la calidad de vida de miles de dominicanos, en especial en las zonas de menor desarrollo”.
Llibre no exageró tampoco cuando afirmó que como resultado de los cambios a la ley de incentivos aprobada en el 2013, “la inversión extranjera directa acumulada del 2013 al 2023 fue de US$8,732 millones, presentando un crecimiento de 361%, y solo para el año 2023 la IED fue de US$1,182 millones. Esta inversión es crucial no solo para el desarrollo de infraestructura turística, sino también para generar efectos multiplicadores en la economía local, creando nuevas oportunidades de negocio y empleo”.
Estos datos reflejan la capacidad del turismo para impulsar el crecimiento económico directamente, y también mediante la creación de sinergias con otros sectores económicos. Es la actividad económica de la República Dominicana “con la Cadena de Valor más amplia, dinamizando a los distintos sectores de la economía”, como lo comprueba el monto de las compras solo del sector hotelero, que en el 2022 sumaron RD$139 mil millones: RD$6.7 mil millones al sector agrícola, al industrial y la construcción de RD$28.2 mil millones y en bienes y servicios otros $104 mil millones”.
La conclusión es que el “gasto fiscal” para promover el desarrollo del turismo es la inversión del Estado con mayor rendimiento. La experiencia de Punta Cana, es un buen ejemplo. En 40 años el turismo convirtió una provincia con escaso desarrollo económico, en un productivo erial que ya genera el 10% del producto interno bruto del país, y puede seguir creciendo si no le cortan las alas al turismo. (resumenturismo.com)
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