Vuelve al circo público un proyecto de ley mediante el cual se busca limitar eventos de las iglesias, especialmente las evangélicas, y a propósito de ello quiero establecer que si se quiere implementar un verdadero clima de sosiego en la sociedad dominicana, es suficiente con aplicar las normativas vigentes, sobre todo y principalmente a aquellos que constituyen verdaderos peligros y desafíos públicos.¡Las Iglesias no son el problema, caramba!
El problema está en los centros cerveceros y colmadones a campo abierto, equipados con bocinas “rompetímpanos”, berreando la mal llamada música urbana y depravados reggaetones y ritmos especialmente importados, así como las tradicionales bachatas, salsas y merengues, escandalosamente altos.
¡Las Iglesias no son el problema, caramba!
La situación grave se produce en el desorden generalizado que constituyen los colmadones, centros cerveceros y los llamados conciertos callejeros, repletos de adolescentes y proxenetas tratantes; timbí de jucacoca, consumidores de crack, sicarios, asaltantes, violadores, y de borrachos, voceando y gritando insolencias y obscenidades, mezcladas con su escandalosa y descontrolada música; orgías de vicios que ocasionan temores, insomnio y malestares generales a los lugareños y que muchísimas veces terminan en pleitos a cuchilladas o disparos.
¡Las Iglesias no son el problema, caramba!
El problema proviene de aquellos que ocupan totalmente el maletero de los vehículos y los asientos traseros, para equipar con enormes altoparlantes, transitando libremente por las calles de nuestras ciudades (o detenerse, por el tiempo que les dé la gana, frente a escuelas, asilos o la casa de cualquier hijo de Dios), a cualquier hora del día, de la noche o aun de la madrugada, haciendo sonar a todo dar sus ruidos o “música basura”
¡Las Iglesias no son el problema, caramba!
El problema está también en las yipetas de los narcos o de peloteros, que con sus enormes bocinas hacen temblar el cielo y si les llamara la atención te amenazarían inmediatamente con una reluciente pistola…, si es que tiene la suerte de que no te disparen con ella, y también está el problema en los hijos de poderosos que con sus supermotocicletas y carros deportivos de alto cilindraje, sin silenciador y otros muchos motociclistas que “destripan” los mufflers de sus motos para desplazarse a altas velocidades por las calles con ruidos ensordecedores.
¡Las Iglesias no son el problema, caramba!
También constituyen los verdaderos problemas de contaminación sónica y especialmente para infantes o niños, gentes enfermas y de edad avanzada, los que destempladamente elevan altavoces y bocinas anunciando y promoviendo cualquier actividad o producto, como eventos artísticos, veladas de boxeo, actividades políticas, etc.
¡Las Iglesias no son el problema, caramba!
Es asombroso ver como se hace hincapié en los pocos y limitados espacios públicos que usan las iglesias y que, por cierto, nunca terminan en promiscuidades, escándalos, balaceras o tragedias, como comúnmente ocurre con muchas de las reprochables actividades que señalamos anteriormente.
El grado que ha alcanzado la inversión de nuestros tradicionales valores ha llegado al extremo, de ensañarse y catalogar como malas, las actividades sanas de las iglesias, que se limitan a entonar alabanzas de contenido netamente cristiano, y al llamamiento a conocer los mandamientos divinos, pero es muy curioso, que las personas que hoy se manifiestan contra las sanas actividades de las iglesias cristianas, son las mismas que se hacen indiferentes y tolerantes frente a los desafiantes extravíos de los verdaderos antisociales y vándalos del ruido y demás perturbaciones de la paz social.
Si nuestros problemas de contaminación sónica fueran los que insanamente se les atribuyen a las iglesias, entonces la sociedad y la vida misma de todos nosotros fuera otra muy distinta.
¡Las Iglesias no son el problema, caramba!
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