lunes, 23 de enero de 2017

¡Las iglesias no son el problema, Caramba!




Vuelve al circo público un proyecto de ley mediante el cual se busca limitar eventos de las iglesias, especialmente las evangélicas, y a propósito de ello quiero establecer que si se quiere implementar un verdadero clima de sosiego en la sociedad dominicana, es suficiente con aplicar las normativas vigentes, sobre todo y principalmente a aquellos que constituyen verdaderos peligros y desafíos públicos.¡Las Iglesias no son el problema, caramba!

El problema está en los centros cerveceros y colmadones a campo abierto, equipados con bocinas “rompetímpanos”, berreando la mal llamada música urbana y depravados reggaetones y ritmos especialmente importados, así como las tradicionales bachatas, salsas y merengues, escandalosamente altos.

¡Las Iglesias no son el problema, caramba!

La situación grave se produce en el desorden generalizado que constituyen los colmadones, centros cerveceros y los llamados conciertos callejeros, repletos de adolescentes y proxenetas tratantes; timbí de jucacoca, consumidores de crack, sicarios, asaltantes, violadores, y de borrachos, voceando y gritando insolencias y obscenidades, mezcladas con su escandalosa y descontrolada música; orgías de vicios que ocasionan temores, insomnio y malestares generales a los lugareños y que muchísimas veces terminan en pleitos a cuchilladas o disparos.

¡Las Iglesias no son el problema, caramba!

El problema proviene de aquellos que ocupan totalmente el maletero de los vehículos y los asientos traseros, para equipar con enormes altoparlantes, transitando libremente por las calles de nuestras ciudades (o detenerse, por el tiempo que les dé la gana, frente a escuelas, asilos o la casa de cualquier hijo de Dios), a cualquier hora del día, de la noche o aun de la madrugada, haciendo sonar a todo dar sus ruidos o “música basura”

¡Las Iglesias no son el problema, caramba!

El problema está también en las yipetas de los narcos o de peloteros, que con sus enormes bocinas hacen temblar el cielo y si les llamara la atención te amenazarían inmediatamente con una reluciente pistola…, si es que tiene la suerte de que no te disparen con ella, y también está el problema en los hijos de poderosos que con sus supermotocicletas y carros deportivos de alto cilindraje, sin silenciador y otros muchos motociclistas que “destripan” los mufflers de sus motos para desplazarse a altas velocidades por las calles con ruidos ensordecedores.

¡Las Iglesias no son el problema, caramba!

También constituyen los verdaderos problemas de contaminación sónica y especialmente para infantes o niños, gentes enfermas y de edad avanzada, los que destempladamente elevan altavoces y bocinas anunciando y promoviendo cualquier actividad o producto, como eventos artísticos, veladas de boxeo, actividades políticas, etc.

¡Las Iglesias no son el problema, caramba!

Es asombroso ver como se hace hincapié en los pocos y limitados espacios públicos que usan las iglesias y que, por cierto, nunca terminan en promiscuidades, escándalos, balaceras o tragedias, como comúnmente ocurre con muchas de las reprochables actividades que señalamos anteriormente.

El grado que ha alcanzado la inversión de nuestros tradicionales valores ha llegado al extremo, de ensañarse y catalogar como malas, las actividades sanas de las iglesias, que se limitan a entonar alabanzas de contenido netamente cristiano, y al llamamiento a conocer los mandamientos divinos, pero es muy curioso, que las personas que hoy se manifiestan contra las sanas actividades de las iglesias cristianas, son las mismas que se hacen indiferentes y tolerantes frente a los desafiantes extravíos de los verdaderos antisociales y vándalos del ruido y demás perturbaciones de la paz social.

Si nuestros problemas de contaminación sónica fueran los que insanamente se les atribuyen a las iglesias, entonces la sociedad y la vida misma de todos nosotros fuera otra muy distinta.

¡Las Iglesias no son el problema, caramba!

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