domingo, 29 de abril de 2012

NOTAS SOBRE LA NARRATIVA BREVE DE MARCIO VELOZ MAGGIOLO

Por Miguel Angel Fornerín (Mediaisla)
La cuentística de Marcio Veloz Maggiolo, como ocurre en algunos autores de su generación, se desplaza a ciertos espacios de la dominicanidad poco explorados por la narrativa anterior. Va hacia grupos subalternos, marginados que tienen una relación muy distante con el mundo político del país.

La trayectoria como escritor de Marcio Veloz Maggiolo es dilatada; y para el crítico literario constituye una singular cantera de obras que han venido apareciendo desde finales de la dictadura de Trujillo hasta nuestros días. En efecto, no existe otro escritor que llene a plenitud el trabajo creativo en este periodo en la literatura dominicana. Sus obras se destacan en distintos géneros literarios, como la poesía, el ensayo, la novela, la nouvelle, el cuento corto y el cuento propiamente dicho. No hay que olvidar que la obra de Veloz Maggiolo se extiende al ensayo histórico, a la investigación arqueológica… Pero no son simplemente la prolijidad y la variedad textual lo que la hacen distintas e importantes.

Quiero en estas notas reflexionar sobre el lugar que ocupa este escritor en la literatura dominicana, específicamente en el género del cuento. Pero se hace necesario hacer un trazado general de su trabajo artístico por el que ha sido más reconocido el autor. Por ejemplo, en el origen de su trabajo escritural se destacan las obras de temas bíblicos con las que, junto a Carlos Esteban Deive y Ramón Emilio Reyes, realiza un trabajo centrado en los mitos, metáforas y alegorías judeocristianos que marcan una forma muy distinta de pensar, configurar y reconfigurar aspectos fundamentales de la dictadura trujillista. En esta parte dominan textos novelísticos y relatos como El buen ladrón (1960), que le mereciera su primer reconocimiento nacional. Hay que notar que entonces Maggiolo publicó relatos más breves y que se destacan en sus otras novelas cortas o nouvelles tan extraordinarias como La vida no tiene nombre, bizarras como Nosotros los suicidas y científicas como Florbella, sin dejar de mencionar a Los ángeles de hueso (1980) Estas obras muestran a un narrador que se mueve en textos de mediano aliento y que también ha escrito obras de gran calado como Materia prima (1990), De abril en adelante y Biografía difusa de sobra Castañeda (1980), para luego pasar a Ritos de cabaret (1992) y Uña y carne. Como verás el lector no nos hemos referido a obras más recientes como La mosca soldado (2004), El hombre del acordeón (2003) o Delirium tremens (2009).

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El extendido recorrido escritural de Marcio Veloz Maggiolo, tan amplio y diverso, hace que nos detengamos a observar ciertas líneas paticularizadoras que aquilatan su discurso literario. En el plano formal, las obras de Veloz Maggiolo se destacan por una búsqueda sostenida de nuevas formas expresivas, lo que hace de este escritor un experimentado narrador y uno de los escritores más revolucionarios de una literatura que siempre ha tendido a justificar ciertos modelos canónicos. De ahí que se haya considerado a Marcio Veloz como el iniciador de la corriente experimental de la literatura dominicana actual. Asunto que si bien podemos encontrar en los deseos de su generación de liberar el decir de las retóricas que el trujillismo le impuso al discurso, también es muestra de una generación que buscaba abrir la isla a las grandes manifestaciones de la literatura hispanoamericana, que habían sido obliteradas por el aislamiento impuesto por la dictadura.

Es importante señalar que a pesar de ciertos atisbos de lo real maravilloso o del realismo mágico en cuentos de Juan Bosch e Hilma Contreras, los escritores dominicanos van a conocer el Boom y a sus precursores en la posdictadura. Podemos ver que autores como José M. Sanz Lajara —quien realizó su obra en el extranjero— poco pudo iluminar sobre las nuevas corrientes literarias que en Buenos Aires y La Habana cultivaron los primeros autores que se inspiraron en William Faulkner y John Dos Passos. Cosa que no ocurrió con autores de las décadas del cuarenta y cincuenta en Puerto Rico como, Pedro Juan Soto, José Luis González y René Marqués.

Le tocó a la generación de la libertad establecer una nueva forma de decir y de construir el texto literario; una nueva realidad que iban a representar en medio de los ruidos ensordecedores de un país que buscaba estabilizar sus fuerzas políticas dentro de un proceso social y cultural, que no se lograría por varias décadas. Quiero también significar, que el grupo de escritores que siguieron la poética de Juan Bosch, como José Rijo, Néstor Caro, Hilma Contreras y otros que retomaron en los cincuenta la poética del realismo social con temas campesinos, como Tomás Hernández Franco (Cibao, 1951) y Ramón Lacay Polanco (Punto sur, 1958) no constituyeron variaciones significativas a la narrativa dominicana que pudiese generar cambios en un decir que ya se había perfilado en la obra Camino Real de 1933. Las variaciones aparecen entonces en Ángel Rafael Lamarche, Los cuentos que Nueva York no sabe (1949), Sanz Lajara de El candado (1959) y Virgilio Díaz Grullón en Un día cualquiera (1958).

Es perentorio destacar que estos tres autores plantean nuevas simbolizaciones y miradas a las sociedades que relatan. En el caso de Lamarche sus logros son llevar la narrativa a la poética de La Poesía Sorprendida que buscaba expresar el hombre universal que tanto anhelaron mostrar los sorprendidos en su poesía, a demás de aspectos que la crítica le ha reconocido, como la presencia del tema de la ciudad y el inicio de la literatura policial en sus cuentos. En el caso de Sanz Lajara su innovación se queda en los contextos culturales iberoamericanos en los que se destacan las figuras del indio y del negro. En El candado hemos observado una poética negrista llevada a la narrativa, que en Santo Domingo fue, como en el Caribe, una escritura que dominó en la poesía, es decir, Sanz Lajara realiza una escritura en la que representa a grupos subalternos por su origen racial, el indio y el negro, y a pesar de que algunos de sus cuentos se les puede ubicar en Santo Domingo, otros recorren el espacio iberoamericano.

En el caso de Díaz Grullón, a quien se le parangona a Juan Bosch, es importante señalar que hizo una literatura que se desplazó del mundo agrario y tratará temas más amplios en lo que las tácticas del boom y del absurdo solo tienen parangón en la obras de Kafka, Julio Cortázar y Virgilio Piñera. También Díaz Grullón trabajó con una cotidianidad distinta, con un pueblo creado por él como Altocerro, con referentes y situaciones que plantean la influencia del existencialismo, el subjetivismo y el individualismo de una sociedad que había dejado atrás las preocupaciones agrarias, los conflictos verticales para ver nuevos horizontes del hombre dominicano. También Díaz Grullón coloca algunas piedras en el género policial, poco cultivado en Santo domingo.

Cierto es que la llegada de Bosch en el 1962 y la creación del certamen de cuentos de la Máscara impulsaron a jóvenes como René del Risco y Bermúdez, Miguel Alfonseca, y Armando Almánzar a cultivar una literatura de apertura a todas las corrientes literarias universales como se puede notar de estos autores y otros, como Iván García, cuyos cuentos completos aparecieron en la décadas del setenta. De los escritores de narrativa breve que entonces perfilan un decir propio e interesante es menester hablar de Manuel Rueda y otro más conocido como ensayista de la generación, Ramón Francisco.

II

En este marco amplio debemos ver como sobresale la obra de Marcio Veloz Maggiolo y qué aportes hace a su cultura literaria. En el caso de sus obras breves debemos señalar que lo más significativo para el autor ha sido recogido en un tomo con el título Cuentos para otros milenios. Antología personal (2000) texto que integra cuentos propiamente dichos y casi cuentos que pertenecen a distintos momentos del desarrollo escritural del autor.

La escritura narrativa de Marcio veloz Maggiolo puede verse a través del discurso que entre sujeto y poder trabaja el autor en una gran cantidad de sus obras. Como un escritor que ha vivido en su juventud la dictadura, Maggiolo busca explicarse y explicar las distintas prácticas del autoritarismo y cómo el poder dictatorial deforma el ecosistema de los sujetos. Enmarcados en esta línea debemos leer muchas de sus obras en la narrativa de mayor aliento en Biografía difusa de sombra Castañeda y en Uña y carne memoria de la virilidad (1999) para poner ejemplos de dos otras que me han llamado mucho la atención. Pero en el caso del cuento este elemento está muy bien tratado en cuentos como «El nudo» donde las manchas del pasado, la pobreza y la aspiración de los sujetos se debaten entre la libertad y el poder. Un pasado que une al reo y al juez, la doble moral, el sujeto alienado que ha perdido su horizonte humano original y se encuentra en la estructura del poder que todo lo norma y lo reduce a su voluntad y razón. Frente a eso, el sujeto lucha y contrasta el pasado con el presente, las imposturas de la nueva situación en la que el paso queda como una mancha. La obra presenta un divorcio entre el ser y el parecer. Asunto que hoy en día afecta tanto al dominicano. Quien vende su alma al diablo con tal de ascender socialmente. Ese tránsfuga social, que logra a través del reconocimiento letrado subir al poder e imponer a los suyos la injusticia que juntos había denunciado.

En el cuento «Fantasmas de ida y vuelta» que me parece extraordinario en la medida que el autor ha tomado un temor de la posdictadura, el regreso de los Trujillo, el volver atrás al oprobio de la dictadura, y ha construido una alegoría, una metáfora continuada, presentando el trujillismo como un fantasma que el tiempo va poco a poco convirtiendo en lo que es verdaderamente: en una entelequia solo simbolizada en el cadáver que se deshace en un mundo rural; lo que da al texto una forma maravillosa e inusitada. Esta obra muestra la conciencia de Marcio Veloz y su generación en que no había forma de volver hacia atrás, sin percatarse de que el país viviría —poco después— una dictadura neotrujillista y pseudodemocrática con Joaquín Balaguer, asunto este que puede leerse muy bien en Biografía difusa de sombra Castañeda.

Los cuentos «Camino del ministerio» y «El coronel Buenrostro» ejemplarizan el trabajo que sobre los efectos del autoritarismo en los sujetos plantea la escritura de Veloz Maggiolo. En el primero, el despiste y la fuerza, el acomodar al más poderoso representa la teoría sobre la sumisión del sujeto que emplea tácticas serviles para no molestar al poder y a sus caprichos. Marcio centra la mirada en la psicología del sujeto alienado por la fuerza militar, y la brutalidad en la que se maneja y se ejecutan órdenes y acciones que quedan fuera de todo marco del derecho y solo el absoluto de la violencia aparece como un lugar sin límites. Esta misma situación podemos encontrar en «La mujer de Honorio López», un cuento historicista, pero que muestra que ayer como hoy el poder ha actuado de la misma manera; suprime la libertad y reduce a una condición servil al sujeto. Esa relación entre sujeto y poder ha sido tratada ya por autores como José Ramón López (La paz en la República Dominicana (1914) y Tulio M. Cestero en Sangre solar (1911). Ahora bien, es en Marcio donde toma el tema un tratamiento continuo y una visión histórica. Es como si el autor quisiera presentarnos la antropología del poder y su especificidad dominicana, que se enmascara en el poder, en las medallas del militar que deja una constancia entre racionalidad e irracionalidad, como lo plantea Sanz Lajara en «Hormiguitas», y que Vargas Llosa, en La fiesta del Chivo, lo despliega como una relación problemática entre orden, aseo y poder en la figura del dictador Trujillo.

La cuentística de Marcio Veloz Maggiolo, como ocurre en algunos autores de su generación, se desplaza a ciertos espacios de la dominicanidad poco explorados por la narrativa anterior. Va hacia grupos subalternos, marginados que tienen una relación muy distante con el mundo político del país. Son los pescadores de las márgenes del Río Ozama u otros pescadores de zonas interiores, como ocurre en «La sombra de las tilapias», «¿Hombre o mujer?» y «El destino de Tacho». El primero es un cuento excelente, narrado con gran maestría y un inusitado juego de formas. Rescribe estos espacios olvidados y a esos subalternos que no se encuentran en la lucha con la naturaleza y contra la opresión, sino dentro de su propio hábitat de pobreza y creencias. Creo que en esta obra Veloz Maggiolo logra plasmar una visión equilibrada entre el hombre, su medio y su mentalidad mágica. Es la forma que mejor retrata una dominicanidad que subyace fuera de las ideologías y el poder. Son estos grupos que el poder toca, pero a lo lejos. Son escrituras de reflejo, de la distancia hasta donde el poder alcanza a los más débiles. Como se puede apreciar en «¿Hombre o mujer?» un cuento circular en donde se llegará a donde siempre hemos llegado: al autoritarismo y a la violencia. Esta obra es interesante por los contextos historizantes que trabaja en los que se ven los cambios políticos del país, la adscripción de los personajes a un tiempo signado por la lucha política y, en fin, como el sujeto pierde dentro de las distintas prácticas del poder. Ese trabajo con los pescadores, con comunidades apartadas presenta el trabajo arqueológico de Marcio, de una arqueología social que ha venido permeando su escritura.

Otro aspecto, y no menos importante, en la narrativa breve de Veloz Maggiolo es el tema del neoromanticismo. Forma de la narrativa de largo aliento que revivió Gabriel García Márquez con El amor en los tiempos del cólera y Del amor y otros demonios en la literatura actual y un filón que sigue siendo importante en las novelas que se publican hoy día. Ya Marcio Veloz Maggiolo había experimentado a principios de la década del ochenta en la narrativa breve con su libro La fértil agonía del amor (1981). El texto que da origen a este libro es importante porque muestra la maestría narrativa del autor, su capacidad para crear personajes convincentes y el trabajo que realiza en la ordenación de la acción narrativa. Este cuento se destaca también por la metáfora que al cambiar los cuerpos se convierte en una metamorfosis al estilo de los fabuladores de la mitología griega y escritores latinos como Ovidio, y con ciertos elementos kafkianos que no desmerecen en nada la claridad de las acciones y permiten una completa refiguración del asunto por los lectores. Es en ese cuento donde el ritmo sentido de la obra logra su mayor presencia en un lenguaje que por su disposición alcanza un alto grado de poeticidad, procedimiento inusitado en el autor. Creo que siendo Veloz Maggiolo un poeta de reconocida obra, aunque no muy difundida, sabe atenuar en mucho los avances poéticos a favor de una prosa que comunica de forma sencilla las acciones y situaciones de los personajes.



De semejante factura es el cuento «Odiseánica» que plantea en forma circular una maravillosa forma de recuperar el pasado en dos amantes. La aventura personal que embarca a los enamorados los conduce a encontrar un pasado del que no se podrán zafar. A la vez que la obra pasa el tiempo y el autor reconstruye un cronotopo interesante en el que se manifiesta, como en muchas de las obras de Veloz Maggiolo, las preferencias y obsesiones de un arqueólogo que es también un viajero y un amante de la cultura antigua y como antropólogo, uno que disfruta las culturas modernas y populares. «Odiseánica» es de los cuentos más hermosos y sugestivos que se han escrito en nuestra lengua y uno de los principalísimos que trata el tema del amor y el viaje.

Este viene a bien para revisar la escritura de Veloz Maggiolo como la descripción de un tiempo y un espacio sumamente extendido. Desde los espacios míticos judío cristianos de sus relatos bíblicos, a los espacios históricos del siglo pasado dominicano, a las disputas de la lucha contra la intervención estadounidense en La vida no tiene nombre (1965) a los distintos saltos de Biografía difusa de Sombra Castañeda para mostrarnos la persistencia del poder autoritario en la cultura, los contextos indígenas en su nouvelle Florbella (1986), los barrios dominicanos como Villa Francisca, los contextos del extrarradio de la Ciudad como Villa Duarte y la Cruz de Mendoza, el río Ozama y los espacios griegos e italianos de su obra, en distintos tiempos. En fin, MVM desvela el cronotopo de una cultura que lo mismo puede encontrarse en Puerto Rico, en el cuento «Sand on the sea», o en la magia oriental de la «»Pierna de M. Lavalette«» y muchos más.

En cuanto al país, debe hacerle un reconocimiento la región Este por ser el espacio narrado en La vida no tiene nombre, Florbella con hermosas descripciones sobre la desembocadura el río Soco y conocidas instantáneas de los altos del Uvero en Ritos de cabaret (1991). Ese último contexto de su obra, en busca de una ecología social, que cruza toda la obra de Marcio Veloz es importante por el trabajo del microcosmos del barrio, sus personajes y su relación con el poder en Villa Francisca y en Ritos de cabaret donde la música, el son y el bolero, los ritmos que alientan la vida en este Caribe caliginoso, sabroso y violento.

Cabe, para terminar, preguntarnos por el lugar que ocupa este cuentista en la narrativa breve dominicana. Pregunta que no se puede contestar sin dificultad y la que solo podemos salvar mirando el conjunto de su obra. Ha sido Marcio Veloz Maggiolo un artista de la más preocupada experimentación, lo que hace que su obra se haya desplazado por una gran variedad de géneros y discursos literarios. Es el cuento una de las estaciones en las que se ha parado, por un momento, su obra. Y lo ha realizado con aportes significativos, tal como hemos apuntado más arriba. No ha sido este autor un epígono de Juan Bosch en el arte de escribir cuentos. Aunque una variedad de sus textos podrían ser estudiados desde la poética de Juan Bosch, se nota una escritura distinta a la del autor de «El indio Manuel Sicuri», por lo que no ha seguido ese modelo, que fue para su generación cosa del pasado, pues Bosch llegó al país cuando el cuento ya había dejado sus improntas campesinas y del realismo social que le caracterizaron en los años treinta. Creo con José Alcántara Almánzar que es Marcio Veloz Maggiolo uno de los grandes cultores del género en la República Dominicana. «La fértil agonía del amor», «Odiseánica», «Camino al ministerio», «El coronel Buenrostro», «¿Hombre o mujer?», «El maestro» de sus casi cuentos, y el maravilloso «La pierna de M. Lavalette», testimonian el trabajo en la cultura y en la literatura de este prolífico escritor dominicano cuya narrativa breve solo ha sido opacada por la resonancia que siempre ha tenido como novelista y como científico.



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