MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN [mediaisla]
“Cada vez que alguien ha introducido una teoría literaria nueva en nuestro
país, los pocos seguidores que ha tenido la distorsionan, la pervierten y
recuperan de ella sus rasgos más conservadores y débiles. Este tipo de operación
no es posible con la poética. De ahí la indiferencia o el combate frontal
contra ella…”
Con motivo del relanzamiento de
Cuaderno de Poética, una de las revistas más importantes de los años ochenta —y
tal vez, una de las de mayor trascendencia en el área de la teoría y la crítica
caribeña—, hemos realizado una extensa entrevista a su director, doctor
Diógenes Céspedes, ensayista que, desde fines los sesenta, viene estudiando los
discursos literarios, la crítica cinematográfica, las ideas políticas, la
teoría del sujeto y la teoría de la historia en la República Dominicana.
Su
itinerario crítico se ha basado en la semiótica, el estructuralismo y,
finalmente, en la poética que orientó Henri Meschonnic en la Universidad de
París VIII. En esta conversación, que no deja de estar desbordada por las
tensiones, Miguel Ángel Fornerín, realiza un cuestionamiento crítico, que le
permite a Céspedes plantar los puntos más sobresalientes de la Poética de
Meschonnic, la difusión de este método de lectura en República Dominicana y en
América. También la recepción de los trabajos de Céspedes en Hispanoamérica.
—¿Cuál es el estado de cosas con la
Poética que Ud. ha venido difundiendo y practicando en la cultura dominicana e
hispanoamericana?
—En la República Dominicana, el
estado de situación es el siguiente: Ha sido difundida desde que aparecieron,
en 1974, los conceptos de la poética en varios artículos titulados “De la
terminología”, en el periódico Ultima Horade Santo Domingo. Digamos que a
partir de ahí las clases letradas saben lo que es la poética, pero no la
entienden. Solamente algunos estudiantes de la asignatura “Interpretación y
Análisis de la Obra Literaria”, del Departamento de Letras de la Universidad
Autónoma de Santo Domingo a quienes les impartí el método de la poética, la
entendieron.
Sus nombres aparecen en la mancheta de la revista Cuadernos de
Poética que comenzó a circular en 1983. Pero de todos ellos, solo Andrés Blanco
Díaz y Manuel García Cartagena se beneficiaron de aquella enseñanza. Lo atestiguan
el libro de Blanco Díaz, en colaboración con Nicanor Trinidad, sobre la crítica
literaria dominicana en el período 1961-1981, la cual ganó incluso un premio
auspiciado por la Biblioteca Nacional. Y, por supuesto, las obras de García
Cartagena donde se refiere a la poética. Otro intelectual que ha hecho un uso
consciente de la poética aplicada al cibermundo es Andrés Merejo. Lo muestra
también en sus obras.
El resto de la ciudad letrada ve con absoluta
indiferencia, tal como en el pasado vio con indiferencia el surrealismo, el
cubismo, el existencialismo, la nueva novela francesa, el estructuralismo y la
semiótica. Los intelectuales del trujillismo no fueron ajenos a esas corrientes
literarias, aunque fuera para combatirlas. Y cada vez que alguien ha introducido
una teoría literaria nueva en nuestro país, los pocos seguidores que han
tenido, las distorsionan, las pervierten y recuperan de ellas sus rasgos más
conservadores y débiles.
Este tipo de operación no es posible hacerlo con la
poética. De ahí la indiferencia o el combate frontal contra ella, incluso de
algunos estudiantes que en la Universidad conocieron la poética en mis clases.
Digamos que en los treinta y tantos
años de difusión de la poética a través de la revista Cuadernos de Poética y de
las obras que he publicado con aplicación de ese método, así como las obras de
Manuel Matos Moquete y las de Manuel Núñez, que estudiaron con Henri
Meschonnic, el conocimiento de esta disciplina por parte de algunos lectores es
puramente libresca.
Para quienes adoptan el pensamiento literario establecido
por Platón y Aristóteles y sus seguidores de la teoría del signo y todas sus
estilísticas les he muy difícil asimilar los conceptos de la poética, porque
ellos son inseparables de los cinco conceptos que quedan en pie de la
lingüística de Saussure, a saber, 1) lo radicalmente arbitrario e histórico del
signo lingüístico, 2) el sistema, 3) el valor, 4) el funcionamiento y 5) la
lengua como forma, no sustancia. Uno de los conceptos más difíciles de la poética
es el ritmo, pero en su sencillez estriba su dificultad.
Yo diría que es el
concepto clave de la poética, pues no se pueden entender los conceptos
saussureanos que acabo de citar sin entender lo que es el ritmo y los demás
conceptos de la poética, como son el lenguaje y la historia como única y misma
teoría, el discurso del sentido, el sujeto y lo colectivo, el individuo y lo
social, la ética y la traducción, el discurso y la ideología, etc. Sin embargo,
hay que decir que todo el conocimiento literario anterior a la poética es un
obstáculo para acceder a su comprensión.
En Hispanoamérica se dan casos como
el de Costa Rica, donde Alicia Miranda Hevia hizo un resumen traducido al
español de Pour la poétique de 1970 y lo publicó en la Revista de Filología y
Lingüística de la Universidad de Costa Rica en 1978, yo lo reproduje en
Cuadernos de Poética 5 de 1985. Hay en Colombia dos personas que conocen algo
de Meschonnic, si no yerro.
La primera, he olvidado su nombre y he perdido su
mail; la segunda, Consuelo Triviño, residente en Madrid, figura como firmante
del Manifiesto de 2017 publicado en Cuadernos de Poética 30. En Puerto Rico, la
poética fue conocida por el pintor y poeta Elizam Escobar, tal como se aprecia
en su libro El artificiero y en Cuadernos de Poética publicó un ensayo sobre el
ataúd del posmodernismo. En Perú, dejé entre varios escritores, el Manifiesto
poético-político de 2017 cuando asistí a la Feria de Ayacucho en noviembre de
2017.
Se da el caso de la Argentina, donde pequeños grupos (el poeta Luis
Tonis, la sicoanalista Isabel Goldemberg y otros) han asumido la poética a
partir de las traducciones de algunos libros de Meschonnic por Hugo Savino y se
han formado pequeños grupos cuyos trabajos circulan en las redes sociales o en
revistas muy marginales. En Brasil, se ha traducido Crítica del ritmo.
Antropología histórica del lenguaje, una obra monumental de Meschonnic, pero
desconozco cuál ha sido la recepción de la poética en aquel país; en Puerto
Rico el primero que estudió con Meschonnic en París VIII fue un estudiante de
apellido Feliciano. Yo le conocí, pero luego se fue a Suiza y se desvió hacia
los estudios de los falsificadores de arte.
La poética es un discurso nuevo, un
pensar nuevo que se abre paso muy lentamente, pues como lo reconoció Meschonnic
en su libro Crisis del signo, existe una barrera que le ha sido impuesta por el
poder de los partidarios del signo en las grandes casas editoriales y en las
universidades del establishment en los cuatro rincones del mundo, pues esos
intelectuales saben lo que significa un ataque en regla a la metafísica del signo
que les sostiene como individuos relaciones con el Poder y sus instancias.
España es el paradigma de esa barrera en Europa y los Estados Unidos en el
continente americano.
—¿Cree Ud. que esta manera de “leer”
y “mirar” que instaura H. Meschonnic en el último cuarto de siglo XX sigue
siendo pertinente hoy? ¿Por qué?
—Muy pertinente, porque la forma de
“leer” y “mirar” los textos literarios de los distintos métodos que han llegado
al siglo XX y al XXI siguen siendo los mismos del análisis dualista del
contenido y la forma, o sea, actualización en cada época de la retórica y la
poética de Aristóteles, con nuevos nombres: estilística, sociología de la
literatura, estructuralismo, semiótica literaria, poética generativa (Chomsky),
y un sinnúmero de métodos literarios similares.
—¿Por qué la difusión de la Poética
en español ha tenido como puntal una isla del Caribe como Santo Domingo?
—Meschonnic lo explica bien en la
presentación que hizo de su libro Crisis del signo… que acaba de publicarse en
Cuadernos de Poética número 30. El dice que Diógenes Céspedes, Manuel Núñez y
Manuel Matos Moquete estudiaron con él en París VIII y conocen bien la poética
y saben qué tipo de trabajo deben hacer, mientras que indica que es imposible
que la poética prosperara en los Estados Unidos u otros países similares donde
todavía están vigentes los grandes teóricos de la metafísica del signo como
Derrida, Barthes, Kristeva y el pragmatismo literario de Austin y Peirce,
agravado por la lingüística generativa de Chomsky que condena la poesía.
—¿Cree que la poética se ha
representado como un método verdadero, que derrumba todos los métodos o es una
más en el concierto de las formas de crear una episteme sobre el arte y la
literatura?
—La poética no es un método
verdadero. Su núcleo duro conceptual reside en su planteamiento del ritmo como
valor de la obra literaria, ritmo que se define como la orientación política
del sentido en el discurso en contra de las ideologías de época, ritmo que lo
define Meschonnic como el movimiento de la palabra en el lenguaje, en la
escritura. Todas las aplicaciones del término ritmo en los discursos
estilísticos hasta el día de hoy, método por método, caso por caso, remiten al
dualismo del contenido y la forma.
Todos los analistas literarios que no rompan
con ese dualismo y asuman lo radicalmente arbitrario e histórico del signo
siguen anclados en lo que Meschonnic denomina partido del signo, es decir en
una teología lingüística, o sea, son pre-saussureanos. La poética no es un
método de la verdad. La verdad es una noción perteneciente a los métodos que
están anclados en el dualismo del signo. La poética es simplemente un método de
lectura-escritura más coherente que los demás métodos estilísticos del pasado y
del presente.
—¿Cuál es la importancia del
teorizar en la actualidad en que vive la modernidad iniciada por Baudelaire?
—Nunca se termina de teorizar lo
suficiente en una cultura-sociedad. Siempre hay un déficit de teoría. La
dictadura de la opinión ocupa el lugar de la teoría en la cultura mediática.
Por eso hay que teorizar hasta la saciedad en contra de la opinión y el
dualismo del signo que la protege. La modernidad es siempre crítica. Con sus
pequeños poemas en prosa, Baudelaire acabó con la métrica francesa. Lo dice
Meschonnic. Lo que no impidió que todavía hoy haya poetas franceses que
escriben versos medidos. Como los hay en la cultura dominicana que escriben
sonetos. Son antiguallas que ni siquiera saben que Octavio Paz escribió que el
poema medido de los tiempos modernos (decía esto para el siglo XX) no podían
dar cuenta de las complejidades e imágenes de aquella época.
Y yo digo: tampoco
de esta. Baudelaire es la modernidad, es decir, la crítica poética de su siglo.
Pero lo es también Humboldt en materia de teoría del lenguaje. De ahí la deuda
de Saussure con Humboldt. Y de la poética con
Baudelaire-Humboldt-Saussure-Benjamin-Benveniste. La modernidad es siempre
crítica: esa es su historicidad. La modernización y el modernismo son siempre
acríticos, son estatus quo, porque parten del dualismo del signo.
—En sus trabajos ha ido cambiando
del estructuralismo, la semiótica a la poética, ¿en qué sentido la Poética
desplaza a estos acercamientos al texto literario?
—Cuando me di cuenta de que el
estructuralismo y la semiótica que había introducido en mi cultura-sociedad en
los años 70 en adelante eran deudores del dualismo del signo, adopté el método
de la poética. Y fue como discontinuidad-continuidad, no por evolucionismo, y
di cuenta de ese paso al publicar en el vespertino Última Hora, en 1973, la
terminología de la poética. A partir de ese momento, comencé el estudio de este
método, conocido por mí en el Seminario de Jean Peytard, en la Universidad de
Besanzón, en 1972, cuando discutimos ahí el libro de Meschonnic, Pour la
poétique.
La teoría de la poética me sedujo, pero la inmersión en el
estructuralismo era tan profunda que solamente cuando me desintoxiqué de ese
método dualista, y fue en Santo Domingo, entre 1974 y 1977, pude salir a flote
y fui en noviembre de 1976 a ver a Meschonnic a París VIII para solicitarle que
me admitiera en su seminario de poética para realizar el doctorado en
literatura con él. Y así sucedió. En 1977 entré al seminario de poética. El
resto es historia.
—Sus estudios poéticos tienen su
mayor logro en «Lenguaje y poesía en Santo Domingo», aserto que Ud. ha
confirmado en una entrevista, ¿Cuáles fueron, a su manera de ver, los hallazgos
de esa investigación de los años ochenta?
—Antes de regresar a Santo Domingo
en octubre de 1980, le pregunté a Meschonnic qué haría en mi país con la
poética. Haga lo que tenga que hacer, me dijo. Y comprendí que todos esos
conocimientos adquiridos en tres años de estudios no servirían de nada si no emprendía
una práctica teórica que despejara el estado de situación de los estudios del
lenguaje y la poesía en mi cultura-sociedad. Me dediqué con ahínco a esa tarea
antes de adentrarme al análisis de los textos literarios. Fue una labor de
clarificación.
La poética que introducía por primera vez en Santo Domingo le
decía a los escritores y profesores de literatura y de lingüística: ¡Ey!, he
aquí un discurso nuevo que parte de los cinco conceptos fundamentales de la
lingüística de Saussure: 1) lo radicalmente arbitrario e histórico del signo
lingüístico, 2) el sistema, 3) el valor, 4) el funcionamiento y 5) la lengua es
pura forma, no sustancia. Y todavía más, la práctica de la teoría de la poética
iba a comenzar su implementación en el curso de “Interpretación y Análisis de
la Obra Literaria I y II que comencé a impartir en el Departamento de Letras de
la Universidad de Santo Domingo a partir del primer semestre de 1981.
Antes de
irme a estudiar con Meschonnic, había ganado por concurso de oposición esa asignatura
en 1974 y comencé a impartirla con el método del estructuralismo literario que
había traído de Besanzón en octubre de 1972, donde realicé la licenciatura en
lingüística y la maestría en Estilística del Francés Literario. Para aquella
época nadie tenía maestría en letras en la UASD, si no yerro.
—También sus trabajos se han
desplazado a la cultura-literatura en Latinoamérica y España. ¿A qué se debe
que los estudios poéticos no hayan avanzado hacia una comprensión de la teoría
de Meschonnic como se espera de acuerdo con la importancia de la Poética?
—La revista Cuadernos de Poética,
que ya llegó a su número 30, fue desde 1983, una gran difusora de los textos
teóricos de Meschonnic tanto en el país como en Hispanoamérica y en la diáspora
hispana en los Estados Unidos; y, en España en menor medida. Mis libros y los
análisis de textos que contienen también lo han sido. Pero debo confesar que la
poética se abre paso poco a poco debido a la sencilla razón que la teoría del
signo tiene un imperio de más de tres mil años en Occidente y el conocimiento
que vehicula esta teoría en el plano literario está en forma de clichés
enlatados en el aire que respiramos y funcionan esos clichés como una dictadura
de la opinión que ni siquiera necesita estudios formales para que cualquier
hijo de vecino opine con autoridad acerca de lo que es una obra literaria.
Esos
clichés enlatados circulan en la sociedad en forma de pequeñas bolsitas de
contenido que sintetizan los argumentos de las obras. Y entonces cada cual
repite en cadena, desde la escuela y la universidad, esos clichés enlatados. En
la escuela adquiere la forma de dogma y en la universidad, la de verdad
establecida por la “ciencia” de los profesores. Todo el mundo sabe que la obra
de valor literario en una contradicción indefinida de sentidos para la sociedad
y que con esos sentidos no hay nada que demostrar, como se necesita la
demostración de la prueba en los laboratorios para las ciencias naturales.
Pero
los profesores, por un prurito de orgullo y principalía y prestigio, se creen
científicos de la literatura. Y esa doxa se expande a la sociedad en forma de
huracán de categoría 5. Y todo el poder del Estado y sus instancias están ahí
para respaldar esa doxa. De ahí que la poética estudia entonces esa relación del
poder del Estado con la literatura, con los sujetos que la producen y con la
historia de la que forman parte. Y por eso esa relación así estudiada desemboca
en la política de la poética. Y usted sabe que esa teoría literaria que
patrocinan los poderes del Estado y sus instancias en todas partes del mundo
opera una separación entre el lenguaje y la vida, entre la literatura y lo
político, entre la literatura y lo histórico, entre el ritmo y la métrica.
En cuanto al caso de España, creo,
si no yerro, que la única reseña que se ha hecho a un libro de Meschonnic fue
la que hizo Blas Matamoros en Cuadernos Hispanoamericanos cuando le envié un
ejemplar de Para la poética, edición publicada en Santo Domingo por la Editora
de Colores en 1998. Usted escribe en Google Meschonnic en España y no encuentra
nada, hasta donde yo he buscado rastros de la poética en España. Y para mí,
España es el paradigma del imperio de la estilística como los Estados Unidos lo
son para el pragmatismo lingüístico y la poética generativa de Chomsky. En
1999, usted sabe, publiqué un librito que no llega a las 200 páginas, titulado
Teoría del lenguaje y la poesía en España en el siglo XX. Debe haber caído como
una herejía judía o árabe en tiempo de los Reyes Católicos.
Y recuerde que aparte de esta teoría
literaria del Poder y sus instancias, el obstáculo más formidable que encuentra
la poética para abrirse paso es el viejo conocimiento de la teoría literaria
del partido del signo que poseen todos los partidarios de la metafísica, quienes
no tienen siquiera necesidad de incursionar en otra teoría que cuestione la
suya, puesto que esta es un discurso verdadero, para qué preocuparse de otros
discursos teóricos. Esa es la zona cómoda de la teoría dualista de todos los
metafísicos.
Pero la poética no tiene prisa. No posee la vedad ni piensa llegar
primero que nadie. Sus conceptos son radicalmente históricos. Están a prueba
del tiempo. La debilidad de la teoría literaria de los miembros del partido del
signo radica en su dualismo en la creencia de que su discurso posee la verdad.
Nuestro concepto de lo múltiple les derrota, porque el sujeto le demuestra la
ineficacia de sus análisis estilísticos. Les muestra las patas del pajuil.
—Inició su labor latinoamericanista
con trabajos sobre Rubén Darío y Octavio Paz; sobre el primero, ¿considera que
la poética pudo alcanzar a situar especificidad de la obra del poeta
nicaragüense?
—El trabajo sobre Darío que figura
en Seis ensayos sobre poética latinoamericana fue una provocación a los
estilistas metristas. Estos consideraron siempre que el valor literario de los
poemas mayores de Darío estaba centrado en la renovación de la métrica. El
concepto de ritmo como forma-sentido abolió esa caducidad. La métrica es parte
del ritmo, pero sin conteo de sílabas. Son las rimas internas y los acentos
rítmicos en el vocalismo los que configuran la prosodia, el paragramatismo de
un texto. Y el ritmo-sentido orientado en contra de las ideologías literarias
de época fue lo que Darío cambió y obligó a los poetas peninsulares a reconocer
su novedad, con lo que terminó la ideología eurocéntrica de que los países de
América Latina eran literaria, cultural e históricamente una provincia o una
extensión de España.
Con Darío y con Pedro Henríquez Ureña y sus Seis ensayos
en busca de nuestra expresión comienza el inicio del fin de esa dependencia
colonial en materia literaria y cultural de los siglos XIX y XX, y su remate y
frontera es el boom latinoamericano. Pero hoy, en pleno siglo XXI, los
políticos y los literatos de Iberoamérica deben centrar su estrategia y sus
tácticas en la realización de la segunda independencia política y literaria de
los pueblos latinos de este continente y para eso hay que iniciar una guerra
contra el partido del signo y los Estados oligárquicos, clientelistas y
patrimonialistas que viven de la corrupción y la impunidad y de la opresión y
explotación brutal de los pueblos iberoamericanos.
—En el caso de Paz, sus trabajos
críticos lo llevan a reconocer una fisura en la manera de pensar lo político;
de qué lado se coloca la Poética en sus aplicaciones: ¿la izquierda, la derecha
o en el anarquismo?
—En ninguna de esas lateralizaciones
ideológicas que funcionan con la teoría del signo y los cinco instrumentalismos
y los seis paradigmas antropológicos del signo que Meschonnic estudió en su
libro Crisis del signo. Política del ritmo y teoría del lenguaje y que la
ciudad letrada de América Latina debería, no digo yo leer, sino estudiar y
practicar cotidianamente si quiere que un pensamiento nuevo genere una política
y una literatura nuevas. La política de la poética orienta su sentido en contra
de las ideologías de época y las izquierdas, las derechas o el anarquismo
tienen la misma teoría del Estado y la misma teoría del signo. El anarquismo
organizará el Estado de abajo hacia arriba, si algún día llegara a tomar el
poder. Las izquierdas y las derechas lo organizan de arriba hacia abajo,
autoritariamente, como lo hacen la democracia representativa y los Estados
oligárquicos que nos gobiernan en América Latina.
—Durante muchos años animó un grupo
de jóvenes, a través de la revista «Cuadernos de Poética», que concluyó su
primera época en el número 28, ¿cuáles son los logros y obstáculos que ha
tenido la poética en la República Dominicana?
—El logro mayor es que la poética
está viva en nuestro país desde 1973 hasta ahora. Todos los grupos literarios
han sucumbido bajo el peso de las estilísticas, el sociologismo literario
marxista o funcionalista, el estructuralismo y la semiótica. Como se basan en
la teoría del signo, esos métodos no tienen coherencia interna en sus conceptos
y su método. Existe en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en abono de lo
que digo, desde 2010, la Cátedra Extracurricular sobre el Pensamiento de Henri
Meschonnic, la cual mantiene encendida la llama de la poética con seminarios y
publicaciones, como pensar nuevo, alternativo, ante la existencia de las
hermenéuticas literarias que fundan su interpretación de los textos, literarios
o no, en la verdad.
La poética es un método de lectura de la escritura fundado
en el ritmo como organizador del sentido en la obra, como movimiento de la
palabra en el lenguaje, como lo define Meschonnic. Y en ese ritmo que orienta
políticamente el sentido en contra de las ideologías de época reside el valor
literario. Para los métodos estilísticos el valor reside en el contenido o en
la forma, y ese dualismo siempre dejará de lado uno de los dos términos en
provecho ya sea del contenido o de la forma y cuando tal método analiza la
forma, desemboca en un contenidismo de la forma. Los métodos estilísticos o
hermenéuticos, al ser dualistas, fragmentan las obras y se concentran en uno o
dos aspectos de lo que es totalidad.
—¿Piensa que hay algunos aspectos de
la vida social y cultural que deban ser analizados a través del método de la
semiótica?
—Benveniste es muy claro en su
ensayo “Semiología de la lengua” que figura en uno de los tomos de Problemas de
lingüística general publicado por Siglo XXI al delimitar la competencia de la
semiología o semiótica. Se ocupa de las prácticas sociales que no usan el
lenguaje: música, pintura, escultura, dibujo, arquitectura artística, señales
del tránsito y códigos de navegación, códigos de Morse o de los sordomudos,
etc. Meschonnic reformuló, en su libro sobre la pintura de Pierre Soulages,
publicado por Odile Jacob en 2000 la tarea de la semiótica con respecto al cine.
Es la única práctica social que tiene doble estatuto: usa las imágenes
configuradas en cierto orden (montaje) y el lenguaje, y la dialéctica de la
obra cinematográfica es que, para que valor artístico, debe transformar las
imágenes de las obras anteriores y transformar el lenguaje (discurso) que
encontró en su época. Ser siempre obras nuevas para el presente. La ciudad
letrada latinoamericana debería leer de nuevo, y aprenderse de memoria este
ensayo de Benveniste, para que algunos no sigan confundiendo el objeto de
estudio de la semiótica con el de la poética o los métodos estilísticos cuyo
objeto de estudio es el texto literario.
—Volviendo a la poética, en el
número 29 de «Cuadernos de Poética», segunda época, aparece un dossier sobre
los textos más emblemáticos de su colaborador y compañero H. Meschonnic, en la
que se destacan textos sobre el lenguaje y el poder, donde se resumen muchos de
los postulados de esta manera de abordar la literatura y también lo social,
¿por qué la poética critica al marxismo? ¿Cree en un posmarxismo?
—La poética critica un aspecto del
marxismo: el de su concepción de la historia, la filosofía y la literatura,
porque ese método trabaja con la teoría del signo que heredó de Hegel. Mediante
esa teoría del signo, Marx condena el lenguaje por su insuficiencia y lo
confunde con la ideología y, como usted lo leyó en el ensayo de Meschonnic que
se publicó en Cuadernos de Poética29, estas confusiones conducen al marxismo a
fundar los cinco instrumentalismos que están bien definidos en dicho ensayo. No
voy a repetir la definición de cada uno, sino que remito al lector al texto.
Pero lo que sí me interesa afirmar,
que aún con esa teoría metafísica del signo, Marx es histórico cuando analiza
el modo de producción capitalista y su funcionamiento y estimo que mientras
exista el capitalismo ese análisis tendrá validez.
Otro asunto diferente es la
concepción de la historia, de la filosofía y de la literatura en Marx. Su
ausencia de teoría del discurso y de teoría del sujeto le llevan a ver en estas
disciplinas simples instrumentos al servicio de la lucha de clases y a concebir
la historia como una ideología del racionalismo positivista y su marcha
indetenible de la humanidad hacia el progreso. Ese sentido de la historia como
ideología liquida su concepción de la historia.
—También como un tema inaugural en
la crítica caribeña, aparece el tema del sujeto, que luego Ud. ha trabajado en
el libro «El sujeto dominicano» ( ) y Andrés Merejo en la «Dominicanidad
transida» (2017), cree que el sujeto sea un organizador del discurso o una
categoría social como el ciudadano?
—El sujeto se define en la poética
de Meschonnic, y usted lo sabe muy bien, como múltiple y contradictorio y
relacionado con el individuo y lo social. El individuo no puede ser confundido
con el sujeto, como lo hacen los pensadores metafísicos, sobre todo Hegel y
Marx. El individuo es una categoría política creada por la Ilustración y como
tal, se detiene en la unidad, no pasa a lo múltiple y contradictorio. Es el
individuo de la burguesía, surgido con la Revolución francesa. Esos rasgos de
ser múltiple, contradictorio. Individual y social son los que definen al sujeto
como histórico y político, ya que su estrategia en toda sociedad es luchar en
contra del Poder y sus instancias, o de mantener el orden social o el de
rebelarse o insurreccionarse en contra de ese orden o de adoptar cualquier otra
posición con respecto a ese orden. No hay sujeto colectivo. Solo los sistemas
totalitarios suplantan al sujeto individual por un sujeto colectivo, verdadero
instrumento del Poder y sus instancias.
Al ser contradictorio, el sujeto puede
adoptar diferentes posiciones según la práctica social que elija en un momento
dado. Esa es su multiplicidad. Usted vio que Meschonnic definió 12 tipos de
sujetos y Andrés Merejo teorizó y definió al sujeto 13: el sujeto cibernético.
Creo que todos los estudiosos que fundan un pensar nuevo pueden alargar esta
lista de sujetos. Por ejemplo, se me antoja con plantear algunos tipos de
sujetos que estudio en mi libro sobre el tema: el sujeto de la lucha de clases,
el sujeto oligárquico, el sujeto periodístico, el sujeto feminista. Definidos
siempre desde la perspectiva de la poético y los cinco conceptos fundamentales
de Saussure que enumeré más arriba.
—¿Existe, a su manera de ver, un
trabajo del sujeto en los movimientos agrupados en estilos de la sexualidad que
actualmente mantienen viva una lucha contra los poderes en el mundo?
—No, no existe. Para que exista ese
trabajo, quien lo haga debe partir de los cinco conceptos que quedan en pie de
la lingüística saussureana y de los conceptos de la poética de Meschonnic. Si
no se parte de ahí, se tendrá siempre, explícita o implícitamente, una teoría
del individuo confundido con el sujeto hegeliano. Creo que en los años 80
escribí un texto sobre el feminismo y cómo debía salir de ese hegelianismo sí
quería construir una teoría del sujeto femenino. Pero atrapadas por los
partidos de izquierda, las feministas dominicanas miraron para otro lado, como
si no fuera con ellas. Ahí las veo ahora vegetando y, como los veteranos de
guerra, repiten ahora las glorias pasadas y la nueva jerga de la globalización
y el neoliberalismo.
—Otro aspecto de los trabajos de
Meschonnic tiene que ver con la noción de ritmo, una crítica a la noción
tradicional de ritmo, ¿cómo el ritmo concebido por Meschonnic y que Ud. pone en
práctica, tiene una concepción sobre la vida y la libertad de los sujetos?
—La gente que está inscrita en la
metafísica del signo no entiende ni siquiera a los metafísicos que en algún
momento se apartan de esta doctrina dualista que separa el significante y el
significado, el lenguaje y la vida. Por ejemplo, cuando Aristóteles señala en
su Poética que el ritmo no era el metro, produjo un conocimiento nuevo de
alcance incalculable y que tuvo consecuencia para investigadores como Emile
Benveniste y Meschonnic. Pero los metafísicos posteriores le pasan de largo a
esta afirmación aristotélica. Y cuando Aristóteles formuló esa afirmación,
estaba eliminando la métrica del juego. Y los estilistas y hermeneutas
literarios han preferido obviar a Aristóteles y afincarse en la creencia de que
la métrica (es decir, la poesía medida silábicamente) es equivalente al ritmo.
Y el ensayo revelador de Benveniste titulado “La noción de ‘ritmo’ en su
expresión lingüística” produjo un hallazgo sorprendente. En ninguna de las
definiciones clásicas de la palabra ritmo, sea en Grecia, sea en Roma, la
palabra ritmo no significó otra cosa que “forma”, sin importar a lo que se
refiera. Y este estudio de Benveniste le permitió a Meschonnic y su poética
ampliar el concepto de ritmo y definirlo como el movimiento de la palabra en la
escritura y dejar de lado todas las nociones tradicionales de la palabra ritmo
asociada a conteo de silabas o como sinónimo del movimiento de las mareas del
agua de un río que corre, de la música o del ritmo biológico, de la respiración
o del corazón, etc. Usted busca la definición de ritmo en las antologías,
historias literarias y en los libros pretendidamente de crítica literaria
escritos por dominicanos y encontrará estas definiciones tradiciones que le
acabo de enumerar.
Yo hice ese ejercicio y en algunos de mis libros está
documentado. Y usted toma esos mismos libros en todos los países del mundo y se
encontrará con el mismo resultado. Y esto tiene consecuencias para los demás
conceptos que usted use en literatura, en historia, en filosofía y en cualquier
otras disciplina, y sobre todo para el concepto de sujeto, que es múltiple y
contradictorio, y desde el momento en que usted confunde al sujeto con el
individuo, hay un problema de libertad, pues el sujeto es la máxima amplitud de
la liberad, mientras que el individuo se queda en la unidad burguesa, en la
democracia representativa, en la que ese individuo se distingue por su falta de
conciencia política y de conciencia nacional. Y esa falta de conciencia genera
los autoritarismos conocidos de todos y que están hoy recorriendo el mundo como
un fantasma.
—¿Existe una estética en la poética,
es decir una teoría sobre el arte o la estética declara la muerte de la
Estética como Ud. afirma al criticar los discursos sobre el arte de Pedro Mir?
—Claro, amigo, no sé por qué al
escribir usted poética no se le ocurrió mencionar de inmediato la obra
Retórica, de Aristóteles. Ese libro es la estética de la poética. Y la estética
se define para Occidente, y para todas las otras culturas del mundo, como la
belleza de todo lo existente, incluida por supuesto la literatura y las obras
literarias que es lo que nos atañe en este momento. Y usted sabe que en el
mismo Platón y en Aristóteles la belleza es sinónimo de verdad y utilidad. Ahí
tiene ya usted, desde la remota Antigüedad hasta hoy siglo XXI, todo lo que
significa literatura en sus distintos géneros para las concepciones metafísicas
de la literatura y el arte.
La poética meschonniciana vino a derrumbar todos
esos clichés tradicionales. Barthes avanzó un poco con el placer de la lectura,
siguiendo a Foucault, y Meschonnic le propinó el banderillazo con la concepción
del ritmo como movimiento de la palabra en el lenguaje y como la orientación
políticamente orientada del sentido en contra de las ideologías de época, del
Poder y sus instancias y la obra que presente estas característica, más ese
ritmo como paragramatismo y prosodia o forma-sentido, en ella encontrará el
lector el verdadero placer, pero eso no tiene nada que ver con la belleza, lo
cual no existe, ya Barthes lo demostró en el análisis que practicó de la novela
corta de Balzac titulada Sarrasine o S/Z. La belleza existe como discurso
tautológico que habla siempre de lo mismo: Lo bello es lindo.
—¿Cuáles serían los presupuestos
para construir una teoría del arte que a la vez sea una teoría del lenguaje,
del poder y del sujeto?
—La asunción de los cinco conceptos
fundamentales de la lingüística de Saussure y los conceptos de la poética de
Meschonnic. Ya el público tiene en Cuadernos de Poética y la traducción que
hice del primer libro de Meschonnic titulado Para la poética (Santo Domingo: De
Colores, 1998) y en Crisis del signo. Política del ritmo y teoría del lenguaje
(Santo Domingo: Ferilibro, 2000), la fuente primaria de estos presupuestos para
entender “una teoría del arte que a la vez sea una teoría del lenguaje, del
poder y del sujeto”.
—¿Cuál es el estado actual de la
escritura y la crítica literaria en la República Dominicana?
—La crisis que vive la sociedad y
los escritores y artistas dominicanos como desorientación política del sentido
los ha llevado a asumir la jerga de la globalización y el neoliberalismo, cuyas
bases son la cultura y la literatura light. Como es un discurso circular,
tautológico, basado en la teoría metafísica del signo, él produce una
desmovilización política de los sujetos y crea la base del refugio en los fundamentalismos
religiosos o el refugio en el intimismo y un odio a los proyectos sociales.
En
estas condiciones los escritores y poetas están obligados a producir, por falta
de conciencia política y de conciencia nacional, una literatura de la crisis,
que se traduce en textos pesimistas, denunciadores, seudo-anarquizantes,
individualistas con contenidos que imitan las emociones y sentimientos de ellos
mismos como seres biográficos o de otros sujetos, pero imitación al fin, y esos
textos desembocan en la apología de la apatía, el misticismo y el
indiferentismo, en el impudor del yo y en la reproducción de ideologías
intimistas o una defensa de los valores familiares tradicionales.
Por esos
caminos anda no solamente la literatura dominicana del siglo XXI, sino la de
toda América Latina, Estados Unidos y Europa. Ante la ola de ultraderechismo y
conservadurismo que ronda el mundo, el repliegue de las luchas políticas
populares es la cosecha a la vista, porque el estómago está primero. Los
valores democráticos y el contrapeso que significaban las izquierdas cuando el
mundo era bipolar, ahora en este mundo unipolar, surgen los nacionalismos, los
proteccionismos y las luchas inter-imperialistas, como en el siglo XIX y hasta
las dos últimas guerras mundiales. En ese panorama desolador hay que tener el
cerebro bien amueblado para no sucumbir ante la violencia política y sagrada
desatada por los fundamentalismos políticos y religiosos.
—En el número 30 de Cuadernos de
Poética publica Ud. un manifiesto sobre el partido del ritmo, ¿Es posible un
Partido nuevo en la cultura política dominicana, dominada por unas “ciertas
maneras” de relaciones e intercambios en las que el sentido ético sale
perdiendo a favor de un pragmatismo instrumentalista?
—Ese Manifiesto es un Yo acuso, al
estilo Zola, a esa clase política clientelista y patrimonialista de mi país,
cuyo pueblo no ha podido formar una nación y menos aún un Estado nacional
verdadero en razón, y sigo la tesis de Américo Lugo, de la falta de conciencia
política y de conciencia nacional, faltas a las que Juan Bosch les agregó la de
clase y yo la de ser sujeto. Es una provocación, y un estímulo a que algún
político anticlientelista y antipatrimonialista asuma el reto de fundar ese
tipo de partido en el país o en América Latina. Fíjese que el Manifiesto habla
de una primera independencia política y literaria de América Latina, hecha por
Bolívar y los demás libertadores y por Rubén Darío y Pedro Henríquez Ureña.
Pero fíjese también que el Manifiesto insta a los pueblos de América Latina a
construir una segunda independencia política y literaria que saque a los
pueblos iberoamericanos del dominio de los frentes oligárquicos y su
dependencia del poder imperial de los Estados Unidos, país que juega la
posición de Persia para griegos y espartanos durante la guerra del Peloponeso.
Esa segunda independencia literaria ha comenzado ya, pero pocos son los que en
América Latina se han dado cuenta de que esto comenzó aquí, en la República
Dominicana, con la introducción de la poética de Meschonnic. Con respecto a la
segunda independencia política, el asunto está más lejos, y aquí resalto el
hecho de que una revolución política y una revolución literaria pueden
coincidir en el tiempo, pero esto casi nunca se produce. En Grecia coincidieron
una vez con Solón, Clístenes y Pericles y el desarrollo de la literatura y el
arte en el Ática, pero ya nunca jamás después de la caída del imperio marítimo
de Grecia, vencida por Esparta y Persia y luego conquistada por los romanos.
—¿Cómo una teoría de política puede
cambiar las prácticas éticas y culturales que determinan la acción política?
—La teoría política construida por
intelectuales puede, al ser leída, cambiar las prácticas éticas y culturales,
pero de ahí hay que pasar a la práctica política para construir un cambio en la
sociedad, que a veces llaman revolución. Si esa revolución se produce, como fue
el caso de Inglaterra con Cromwell, de los Estados Unidos en 1776 con la
independencia y de Francia con su revolución en 1789 o de la Unión Soviética
con su revolución de 1917, esas revoluciones cran una ética momentánea y cuando
se consolidan en el poder, crean los monstruos a que alude Octavio Paz en El
ogro filantrópico y en Pasión crítica, en razón de que todo poder es expansivo,
como dice Meschonnic, motivo por el cual tiene a convertirse en totalitario o
absolutista.
En estos cuatro países que señala, con excepción de la Unión
Soviética que terminó en su disolución por otras razones, el poder una vez
estabilizado en Inglaterra, Estados Unidos y Francia, buscó, debido a las
luchas de clases casi parejas, un equilibrio que se llama democracia
representativa, pero esta es la ficción teórica del Contrato social de Rousseau
teorizado por Meschonnic.
—¿Cómo puede superar esta teoría de
lo político el intento fundacional en la cultura dominicana de Juan Bosch a
partir de su salida del PRD en 1973?
—Lea atentamente mi respuesta a las
preguntas 21 y 22. El intento de Lugo de fundar un partido burgués
anticlientelista y antipatrimonialista fracasó en 1924 mismo, traicionado por
Peña Batlle y compartes. El esfuerzo de Juan Bosch de fundar un partido
anticlientelista y antipatrimonialistga con miras a crear un Estado nacional
verdadero fracasó el mismo día de la toma del poder: 16 de agosto de 1996. ¿Qué
explica los dos fracasos? La falta de conciencia política y de conciencia
nacional, la falta de consciencia de clase y la falta de conciencia de ser
sujeto explican dicho fracaso. Vea usted dónde estamos desde hace más 20 años.
—¿Cree Ud. que la política se basa
en un concierto social o en una conciencia social que genere cambios en la
acción de un partido nuevo?
—El concierto social es lo mismo que
el consenso. Ambos son un fantasma. El consenso es la unanimidad y donde hay
sujetos, esto no existe. Lo que hay son contradicciones. La conciencia social,
que Lugo le llama conciencia política y conciencia nacional, si el pueblo las
posee, son lo único que pueden cambiar el Estado autoritario, centralizado
autoritariamente, clientelista y patrimonialista que nos gastamos desde 1844
hasta hoy.
Pero, por infortunio, constato que esta conciencia política y esta
conciencia nacional están muy lejos de estar a la mano del pueblo dominicano.
Un pueblo que desea emigrar masivamente al extranjero, sobre todo a los Estados
Unidos, no tiene ni siquiera conciencia de su identidad y un pueblo que no sabe
a qué clase pertenece, y que aspira a ser rico y blanco o al menos a
blanquearse, no sabe hacia dónde se dirige.
—¿Hasta dónde su teoría del partido
no reproduce los efectos del partido único y las prácticas del poder contra los
sujetos desafectos?
—Si un partido del ritmo asume el
concepto de sujeto como único y contradictorio, no puede caer en la tentación
de convertirse en partido único, como es lo propio de las dictaduras de
izquierdas y de derechas. Si cae en eso, entonces no era un partido del ritmo.
Era un partido del signo.
—¿Es posible una teoría de lo
político que mantenga la teoría de la libertad del sujeto sobre las ideas de
verdad del entramado partidario, Como lo postula Bosch en el cuento “La mancha
indeleble” que Ud. ha trabajado en varios de sus libros?
—Lo único que sé pertinentemente es
que, en las democracias representativas, en las dictaduras de izquierdas o de
derechas que existen en el mundo, no es posible maridar la libertad del sujeto
con la verdad del entramado partidario y, voy más lejos, con el sistema social
llamado gobierno, donde se practica la pragmática del poder y sus instancias.
En el cuento “La mancha indeleble” hay un intento del sistema político-social
de reducir al sujeto del cuento en un individuo uniforme. Yo diría que se trata
de reducirle a un no sujeto, donde el partido piensa por él.
Eso es propio de
las dictaduras de izquierdas y de derechas, y más acusado en los regímenes
comunistas. Ese cuento de Bosch es su mejor cuento como forma sentido, como
ritmo-sentido, irrecuperable para nuestra sociedad y para los partidarios
mismos de los regímenes peledeístas que imponen la obediencia al partido por
encima de todo. Incluso imponen el silencio ante temas políticos delicados, es
decir la razón política de Estado o de partido. El cuento de Bosch es una
crítica radical a esos partidos totalitarios, sin importar la calificación.
DIÓGENES CÉSPEDES, BÁSICO
Diógenes Céspedes, crítico
literario, poeta, narrador, periodista y lingüista, nació en Hato Mayor,
República Dominicana, el 28 de mayo de 1941. Se graduó de periodista en la
Universidad Autónoma de Santo Domingo en 1968. De 1969 a 1972 realizó dos
licenciaturas y una maestría (en francés, en lingüística y estilística) en la
Universidad de Besanzón, Francia. De 1977 a 1980 se graduó de doctor en
literatura general (especialidad en poética) en la Universidad de París VIII
(Vincennes-Saint-Denis). Actualmente es colaborador del suplemento sabatino
Areíto del periódico Hoy y de la página de opinión de Acento.com.
Ha publicado los siguientes libros:
Escritos críticos (1976); Ejercicios II(1983); Seis ensayos sobre poética
latinoamericana (1983); Estudios sobre literatura, cultura e ideologías (1983);
Ideas filosóficas, discurso sindical y mitos cotidianos en Santo Domingo
(1984); Política de la teoría del lenguaje y poesía en Santo Domingo en el
siglo XX (1985); Antología de la oratoria en Santo Domingo (1984); Política de
la teoría del lenguaje y la poesía en América Latina en el siglo XX (1995);
José Martí en la política y el amor (1995); Antología del cuento dominicano
(1996); La poética de Franklin Mieses Burgos (1997); Contra la ideología
racista en Santo Domingo. Dos campañas por Peña Gómez (1998); Historia de la
Asociación de Empresas Industriales de Herrera: Entrevistas y documentos
(1998); Política de la teoría del lenguaje y la poesía en España en el siglo XX
(1999); Vigil Díaz/Zacarías Espinal. Obras (2000, en colaboración con Andrés
Blanco Díaz); Al arma contra figuraciones (poemas, 2001); Salomé Ureña y Hostos
(2003); Los orígenes de la ideología trujillista (editor),(2002); Tres ensayos
acerca de la relación entre los intelectuales, el Poder y sus instancias
(2003.); Ensayos sobre lingüística, poética y cultura (2005); La sangre ajena
(cuentos, 2007); Estudios lingüísticos, literarios, culturales y semióticos
(2011); El sujeto dominicano. Estudios acerca de su especificidad (2012) y
Política y teoría del futuro Estado nacional dominicano (2012); Migrantes
dominicanos: Ideologías y figuras independentistas en la literatura feminista
puertorriqueña. 1980-2010(2014), Ponencias del coloquio Henri Meschonnic
(editor, 2014).
Ha traducido del francés la novela
de Anthony Lespès, Las semillas de la ira (1990) y de Henri Meschonnic, Para la
poética (1996). En 1984 obtuvo el premio nacional de ensayo otorgado por la
Secretaría de Estado de Educación por su libro Seis ensayos sobre poética
latinoamericana; en 1987 fue profesor invitado en la Universidad de
Nebraska-Lincoln y en 1996-97 en Manhattan College, de Nueva York; en 2003 fue
galardonado con el premio Canoabo de Oro que otorga la Asociación Dominicana de
Periodistas y Escritores. Desde 1974 hasta 2011 fue profesor de análisis de
textos literarios en la Escuela de Letras de la Universidad Autónoma de Santo
Domingo, de la cual es Profesor Meritísimo. Dirigió desde 1983 hasta 1994 la
revista Cuadernos de Poética (28 números publicados.)
Fue editor del suplemento
“Cultura” del periódico El Siglo hasta octubre de 2001. Desde el año 2000 a
2002 fue director de Publicaciones de la Biblioteca Nacional “Pedro Henríquez
Ureña”, y a partir de marzo de 2002 su director general hasta el 16 de agosto
de 2004. Es miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, de la
cual fue subdirector, y miembro de número también de la Academia de Ciencias de
la República Dominicana.
El 20 de febrero de 2007 recibió el Premio Nacional de
Literatura otorgado por la Secretaría de Estado de Cultura y la Fundación
Corripio. Desde febrero de 2008 hasta 2011 ocupó el cargo de director del
Departamento de Español de la Universidad APEC, de Santo Domingo, institución
de la cual es actualmente Asesor Cultural. También dirige desde 2010 la Cátedra
Extracurricular sobre el Pensamiento de Henri Meschonnic, adscrita a las
Escuelas de Letras y Filosofía de la Facultad de Humanidades de la Universidad
Autónoma de Santo Domingo. En la actualidad, está en la fase final de una
investigación para la UASD acerca de la percepción de los inmigrantes
dominicanos ilegales a Puerto Rico a través de la literatura femenina boricua.
___________________________
MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN (Higüey, RD).
Departamento de Estudios Hispánicos de la UPR Cayey, es autor de Ensayos sobre
literatura puertorriqueña y dominicana (2004), Entrecruzamiento de la historia
y la literatura en la generación del setenta (2009), Las palabras sublevadas
(2011) y Los letrados y la nación dominicana (2013), entre otros.
Tweet elpidiotolentino@hotmail.com; elpidiotolentino@gmail.com
Imprimir
No hay comentarios:
Publicar un comentario