martes, 2 de marzo de 2021

¿Son obsoletos los muros?

Oscar López Reyes

Desde la antigüedad, han sido edificadas fortificaciones para proteger territorios e impedir el cruce de guerreros, contrabandistas, inmigrantes ilegales, salteadores de siete leguas y terroristas, amparados en el dicho de que los buenos muros hacen buenos vecinos. El más simbólico es la Gran Muralla China, una de las siete maravillas del mundo, hoy patrimonio de la humanidad.

En el crepúsculo del siglo XX y las primeras décadas del tercer milenio, 39 naciones han levantado verjas ultramodernas, con alambradas de altos voltios, campos minados, sensores para identificar huellas, radares y lásers de movimiento. Recobran vigencia (lo viejo se vuelve nuevo) y representan más protección y una mengua de las insostenibles cargas para los países receptores.

Basta citar los de Corea del Norte y Corea del Sur, España y Marruecos, Irlanda del Norte y Malasia, Irlanda y el Reino Unido, Chipre y Turquía-Isla Chipriota, Israel y Cisjordania, Egipto-Gaza, Irak y Kuwait, La India y Pakistán, Botswana y Zimbawe, Los Emiratos Arabes Unidos con Omán-Kuwait, Emiratos y Arabia Saudita, Afganistán y Pakistán, y Brunei y Malaya de Lindberth.

El más difundido ha sido el muro de tres mil 200 kilómetros que Estados Unidos levantó en su frontera con México, con 2 mil 400 millones de dólares, reforzado con detectores infrarrojos, cámaras, radares, torres de control y sensores de tierra, para impedir que a su territorio penetren indocumentados de México y Centroamérica. ¿Han entrado los miembros de la caravana de este último territorio?

Más o menos un 80% de los dominicanos, promediando los resultados de las encuestas realizadas por distintos diarios, favorecen un muro de hormigón u otros materiales en la frontera dominico-haitiana. No están incluidos empresarios que no piensan en la Patria, sino en el lucro de la mano de obra haitiana, sociólogos que hablan de anacronismo sin enterarse que ellos sí los son, y oriundos anti-nacionales.

Los más sensatos respaldaron la resonante Sentencia 168-13, del Tribunal Constitucional, una efectiva política migratoria, el Plan de Regularización, el diálogo bilateral, la repatriación masiva de ilegales y empleos para los dominicanos, que sean socorridos por una muralla alta, con tecnologías, que puede ser levantada con un fondo especial para no recargar al gobierno.

Urge resguardar la frontera, que en sus 391 kilómetros en 1929 fueron colocadas 313 pirámides, pero una parte ha sido destruida, en tanto que en el 2013 Haití alzó una verja de 17 kilómetros en Elías Piña, para un control de Aduanas y obligar a que las mercancías paguen aranceles. ¿Cuáles voces rezongaron contra esta barrera?

Un contrafuerte o muro será un contrapeso ante el Pacto Mundial sobre Migración o Pacto Global de Derechos de Alojamientos, la antesala macabra de la ONU-ACNUR-OIM para lograr hacia el 2030 naciones sin fronteras, que implica una fusión informal de la isla de Santo Domingo.

Además de drogas, carros robados y una diversidad de mercancías, por la demarcación limítrofe cruzan también nativos de 70 países, especialmente de Haití, Cuba, China, Colombia, El Líbano, Pakistán, Egipto y Africa, una gran parte de los cuales utilizan a República Dominicana como puente para viajar a Estados Unidos. Esos aventureros arriban a Haití sin ningún inconveniente, por las vías marítimas y aéreas, por la vulnerabilidad en la vigilancia para impedir el trasiego humano.

Por más vigorosos que han sido los ajetreos del Cesfront, el Ejército y la Dirección de Migración, el tráfico fronterizo puntillea como indetenible, aunque los que vigilan fueran vigilados. Los controles fallan, más o menos, y nos preguntamos: ¿por qué…?

La haitianización de la República Dominicana aumenta cada día y se reporta que los nativos están abandonando los pueblos fronterizos, donde los indocumentados del vecino país han pasado a ser la mayoría, con el agravante de que ni alcaldes pedáneos hablan español.

Esta invasión pacífica viene a ser, sin que lo sepan los ocupantes de hoy, la continuación del propósito de despojar a los dominicanos de la parte Oriental de la isla, que ha generado serios problemas fronterizos y ha obligado a la firma de numerosos acuerdos limítrofes.

A través del Tratado de Aranjuez de 1777, suscrito por Francia y España, se estableció la primera línea divisoria entre las colonias Oriental y Occidental de la Hispaniola, y en 1856 el gobierno haitiano ocupó irregularmente y declaró como suya otra franja del territorio dominicano.

Por el temor a nuevas invasiones haitianas, en 1861 Pedro Santana anexó el territorio dominicano a España; luego del triunfo de la guerra de la Restauración, en 1865, siguieron las incursiones y en 1929 fue rubricado el tratado de separación territorial dominicano-haitiano, que está vigente con una enmienda.

Si el gobierno no desaloja civilizadamente a los haitianos que ocupan espacios fronterizos y dominicaniza esa zona, cuando quiera hacerlo podría ser demasiado tarde, y entrará parcialmente en vigencia el pensamiento de Juan Jacobo Dessalines, quien popularizó la frase de que la isla es única y que ella le pertenece a Haití.

Provocó escalofríos que el influyente periódico de Haití “Le Nouvelliste” planteara en los primeros días de junio de 2014 que, para desactivar sus graves problemas internos, era necesario que unos 200 mil haitianos salieran cada año de su país, cuando no se sabía con certeza cuántos del vecino territorio residían en República Dominicana.

Haití y ´la Organización de las Naciones Unidas (ONU) han actuado en un conciliábulo anti-dominicano desde 1947, cuando este organismo sugirió que los haitianos emigraran masivamente hacia la República Dominicana, lo que ha ocurrido paulatinamente con la complicidad de sectores nacionales.

Han silenciado sobre este fenómeno a grupos de poder económico, los partidos políticos, incluidos los de la izquierda enclenque, y las Ong’s financiadas por el Tío Sam, y valiosas fueron las advertencias de los ex presidentes Joaquín Balaguer y Juan Bosch, y desde las primeras décadas del siglo XXI las del jurista Marino Vinicio (Vincho) Castillo y sus hijos.

Se estima que más de dos millones de haitianos viven en República Dominicana, ante la censurable indiferencia de la izquierda desfallecida, que se basan en un mal entendido internacionalismo proletario, y los partidos tradicionales, como el PRD y el PLD, que no se han pronunciado en vista del dramático cuadro.

Como saben, mientras nuestras calles están repletas de esos nacionales, Estados Unidos, Cuba, Venezuela, Brasil, Perú y las islas del Caribe les cierran las puertas y, entonces, ¿es justo que vengan a destruir el aparato productivo nacional y a poner en peligro los escasos empleos y a limitar la asistencia médica a los dominicanos.

En su primera rendición de cuentas ante el Congreso, el pasado 27 de Febrero, Día de la Independencia Nacional, el presidente Luis Rodolfo Abinader anunció que reforzará la seguridad y el control en la frontera, para frenar la inmigración ilegal a cargo de mafias que comercializan con seres humanos. Prometió que, en dos años, será terminada una verja perimetral en la frontera con Haití, doble en los tramos más conflictivos y simple en el resto del límite, con sensores de movimiento, cámaras de reconocimiento fácil, radares y sistemas infrarrojos.

Así, el jefe de Estado gana puntos y se pone a tono con una corriente mundial de protección fronteriza, comenzando con Estados Unidos, Italia y España, que han devuelto a miles de africanos que han cruzado el Canal de Sicilia, el Estrecho de Gibraltar y la Verja de Melilla.

Los nuevos anuncios presidenciales, que responden a un sostenido reclamo de control fronterizo, coinciden con la conversión en Ley, tras un consenso entre el presidente Abinader, los legisladores y sectores involucrados, del proyecto que crea la Zona Especial Integral Fronteriza y un régimen de incentivos por 30 años, que apuntala como un gran proyecto de desarrollo socio-económico en esa deprimida región del país, para que los nativos no sigan abandonándola y los forasteros ocupándola. Aguardemos resultados…!

Cordialmente,

Oscar López Reyes
Periodista-mercadólogo, escritor y artículista de El Nacional,
Ex Presidente del Colegio Dominicano de Periodistas

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