domingo, 11 de abril de 2021

"Que su obra y su nombre no mueran"

José Rafael Lantigua.

Marcio Veloz Maggiolo es el último de los grandes escritores dominicanos que ha partido. Creo, personalmente, que es el intelectual más completo que teníamos vivo hasta la tarde de este sábado de primavera en que ha fallecido. La tempestad que nos azota desde hace poco más de un año, se lo ha llevado de forma casi inesperada, pues a pesar de sus 85 años gozaba de una salud controlada y estaba plenamente lúcido. De hecho, publicó hace poco sus dos últimos libros, una novela y la reunión de sus artículos en la desaparecida revista Rumbo.

Marcio fue poeta, cuentista, novelista, ensayista, crítico literario, dramaturgo, autor de libros infantiles, pero además antropólogo, etnólogo, arqueólogo, historiador, especializado en Historia de América y Caribeña. No hay nadie quien se le compare en nuestra historia cultural, salvo Pedro Henríquez Ureña en el ámbito literario (aunque no fue un creador), o Manuel Rueda, que además de poeta, ensayista, dramaturgo, fue un músico excepcional y un conocedor cabal de nuestras costumbres y de nuestro folklore.

Marcio pertenecía a una generación de grandes maestros en diversos géneros que se fue extinguiendo poco a poco. Ya sólo quedaban de esa generación de grandes él y Lupo Hernández Rueda, que falleció hace unos años. Toda la gente de la gran Poesía Sorprendida, de los llamados Independientes del 40, de las generaciones mayores, y de los que, como Marcio, surgieron a partir de la década de los 50 y realizaron su obra fundamental desde los sesenta hasta, prácticamente, nuestros días, volaron hacia la eternidad. Nos quedan nombres muy distinguidos, influyentes y de una especial riqueza en sus producciones bibliográficas, pero, para todos, Marcio era el maestro por excelencia, capaz de tratar cualquier tema con su irrefrenable capacidad fictiva, pero también con su gran calidad analítica y reflexiva.

Su grandeza está por encima de cualquier “pero”, de cualquier mezquindad, que creo nadie se atrevería a formular. Era respetado y querido, y los salones del país cultural se quedan sin maestros con su partida. La Covid con sus garras terribles que han convertido nuestro tiempo en una larga temporada gris, nos lo arrancó de golpe. Es de esperar que todo el país cultural se ponga de pie para rendirle el tributo que merece su gloria, su grandeza humana, intelectual y literaria.

Tuve el honor de producir una antología con sus textos en poesía, cuento y ensayo, con dos ediciones, y de compartir con Olivo Rodríguez Huertas, Soledad Alvarez y Minerva del Risco, como organizadores de la Feria del Libro de Madrid en 2019, que se le rindiera el máximo honor de dicho evento a Pedro Henríquez Ureña, Juan Bosch y Marcio Veloz Maggiolo, porque son, en verdad, los tres más grandes de nuestra historia literaria.

Que su obra y su nombre no mueran. Y que su memoria renazca cada día a través de su obra y de su gran trayectoria de más de seis décadas incidiendo en la literatura dominicana y en los estudios antropológicos del país dominicano y del Caribe.

*Este artículo ha sido una colaboración del periodista, ensayista, crítico literario y gestor cultural dominicano José Rafael Lantigua.

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