Oscar López Reyes.
Torturar, acribillar y rematar, sin bajar la cabeza ni sentir un agujero en el pecho, a insurrectos que se habían entregado a comandantes estatales, o habían sido arrestados, como los mártires de la Raza Inmortal, Manolo Tavarez Justo y Francis Caamaño, arruga la piel, retuerce los hemisferios cerebrales y estropea la antorcha patriótica. Acatar, como un robot, órdenes de altos rangos para tronchar existencias humanas y cometer otros delitos, penitencia con picaduras forenses y un baldón histórico fastidioso.
Con la Constitución del 2010 y las nuevas dimensiones jurídicas de los derechos humanos, los militares y policías tienen que saber qué obedecer en la cadena de mandos, qué razonar/argumentar y a qué resistirse, conscientes, “respetuosamente, señor”, que monta un menor costo ser castigado por el Código de Justicia Marcial, o expulsado de la institución castrense o del orden público, que ser sentenciado penalmente y culpabilizado por la sociedad.
Tradicionalmente instrumentalizado los uniformados por el poder político y palaciego para las arbitrariedades más insólitas en el aborrecimiento ideológico, el clarín de la hora llama a que este tópico sea resaltado en las pantallas de sus institutos educativos y los sistemas de defensa, a fin de proteger a los ciudadanos e impedir que se repitan las vulneraciones a las leyes adjetivas y al convenio de Ginebra de 1949 y los protocolos posteriores.
Cumpliendo disposiciones de los mandantes del Stablishments, la soldadesca dominicana ha extinguido, sin límites en el paredón, las más memorables gestas y hazañas con perspectivas transformadoras. Los abatidos cruelmente, en brotes de desmesuradas arrogancias, suman más de 300, entre ellos prisioneros de guerra, cuya sangre abonaron la pradera de la libertad y la actual democracia.
En un continuo convulso, Ramiro Matos González redondea como el único varonil con kepis que aflora cuán especializado explorador de montañas y como un arroyuelo que chorrea de la boca de una caverna. El destino (sea por un empuje sobrenatural o la casualidad o azar) y su destreza estratégica y operativa le depararon, “con las botas bien puestas, obedeciendo estrictamente y dando órdenes imperativas”, intervenir jerárquicamente en por lo menos cinco episodios trascendentales, que han ensombrecido su imagen, no obstante, su inestimable aporte bibliográfico y escultórico.
En 25 años, cronológicamente, los torbellinos de este ícono de la arquitectura fusilera -“soldado que lleva un fusil”- (1) fueron los que siguen:
Primero. - Vincularse y conocer, como oficial de planta de la Aviación Militar Dominicana (AMD) e instructor de su Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), los acontecimientos relativos a los expedicionarios de Constanza, Maimón y Estero Hondo que, en 1959, arribaron desde Cuba para derrocar al tirano de horca y cuchillo Rafael Leónidas Trujillo Molina. En 1987, Ramiro Matos González ayudó a localizar 67 osamentas de héroes sepultados en el patio de esa Academia Batalla de las Carreras y Naval, en San Isidro, después que el presidente Joaquín Balaguer le dijera: “Ramiro, tú eres el que vas a decir hoy mismo dónde es que están” (2), porque -otro señalamiento- “tuvo bajo su responsabilidad el enterramiento de los fusilados-asesinados” (3) en esas instalaciones aéreas.
Segundo: jefe de la operación, en 1963, que terminó con la eliminación física, en Las Manaclas, San José de Las Matas, de 15 guerrilleros del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, encabezados por Manuel Aurelio Tavares Justo (Manolo), cuyos hijos -Minou y Manuel Enrique Tavarez Mirabal- y las fundaciones patrióticas atribuyen a Matos González, conforme una querella presentada el 20 de diciembre de 2013 (4) ante la Procuraduría General de la República.
Ellos citan los artículos 295 y 304 del Código Penal, que señalan que “El que mata a otro, se hace reo de homicidio” y “El homicidio se castigará con la pena de treinta años de Reclusión Mayor, cuando su comisión preceda, acompañe o siga otro crimen”. También refieren el artículo 49 del Código Procesal Penal, que especifica que “El genocidio, los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad son imprescriptibles”, de acuerdo con los tratados internacionales suscritos por la República Dominicana.
Tercero: En 1965, como coronel de la Fuerza Aérea Dominicana “Yo estuve ahí”, en fieros enfrentamientos el día y la noche del 26 de abril, y “así pasamos la noche en el objetivo que era la actual Plaza de la Trinitaria y ya para el 27 se encontraba controlada y debidamente asegurada la cabeza del puente” (5) Combatía a los revolucionarios constitucionalistas, en las filas de las tropas de la base aérea de San Isidro y los invasores de Estados Unidos. Como “guardia viejo”, más adelante puntilló que “cuando uno se lanza a la guerra tiene que estar consciente de que tendrá que hacer cosas desagradables” y “si usted no está dispuesto a hacerlas se las van hacer a usted”, (6), como le ocurrió, porque perdió el ojo derecho.
Cuarto: Como general de brigada fue el segundo en el alto mando que persiguió y capturó al comandante de Playa Caracoles, Francisco Alberto Caamaño Deñó, en La Horma de Nizaíto, San José de Ocoa, en 1973, y cuya ejecución su compañero Hamlet Hermann achacó al contralmirante Ramón Emilio Jiménez hijo, a los mayores generales Enrique Pérez y Pérez y Héctor Tejada García, y a “usted mismo” (7) (Ramiro Matos González), mientras que otros textos exponen que éste “consintió el fusilamiento” (8). En ese relato destaca la persistente intervención del brigadier Juan René Beauchamps Javier.
Cinco: Como secretario de las Fuerzas Armadas, en la matanza del 23, 24 y 25 de abril de 1984 coordinó, en compañía del jefe de la Policía, mayor general José Félix Hermida González, el despliegue de sofocamiento de la poblada que dejó 107 muertos, unos 500 heridos y el apresamiento de más de 6 mil personas (9). Manifestaciones callejeras, saqueos a supermercados y tiendas, incendios a vehículos y otros desmanes se registraron en barrios populares de la capital y pueblos del interior, en repudio a las escandalosas e impactantes subidas de los precios de productos de primera necesidad, derivación de los acuerdos firmados por el gobierno del presidente Salvador Jorge Blanco con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
¿Por qué los anteriores generales no fueron o no han sido juzgados por homicidios contra prisioneros de guerra, lesa humanidad y genocidios en tribunales dominicanos o en la Corte Penal Internacional, con sede en La Haya, Holanda?
¿Son acaso imprescriptibles (extinción y prescripción de la acción penal) estos hechos punibles en la jurisdicción ordinaria dominicana?
En el caso concernido, el general Matos González, no hubo una investigación, imputación o procesamiento judicial, por cinco razones cardinales:
Uno: Favorecido por las leyes. El Código Penal establece, en su artículo 5, que “las disposiciones del presente Código no son aplicables a las contravenciones, delitos o crímenes militares”.
Dos: Protección de la gobernanza conservadora, como los dos últimos años de la tiranía trujillista, los 22 de Joaquín Balaguer, así como el desinterés de los subsiguientes de los partidos Revolucionario Dominicano (PRD) y de la Liberación Dominicana (PLD). Han tenido el dominio del país en épocas sin enjuiciamientos ni castigos para estas infracciones.
Tres: No búsqueda de evidencias probatorias. El mencionado actuó “en circunstancias aparatosas y especiales”, en el abrigo auxiliar gubernamental. Lotes de esos indicios, ¿acaso fueron borrados?
Cuatro: Complicidad social, expresada en la connivencia del compadrazgo y los temores; la cohabitación, la debilidad y ausencia de normas o convenciones que garanticen la aplicación del derecho contra la impunidad. Sobresale la anomia social, porque no ha sido efectuada una sostenida campaña para extender la difusión de los hechos, ni creada la reclamada y bien acreditada Comisión de la Verdad y la Justicia Histórica.
Cinco: El imperio del talento, capacidad creativa y liderazgo miliciano de Matos González, quien ha visto abiertas las puertas en las élites de los cuerpos castrenses y las esferas intelectuales, por la concurrencia de 5 ramificaciones:
1.- Ascendencia: El primero de febrero de 1949 ingresó a la Escuela de cadetes del Ejército, en la cual en 1954 fue oficial de planta e instructor. Y también se desempeñó como oficial de planta e instructor de las primeras promociones de cadetes (1956-1961) en la Academia Militar Batalla de las Carreras. Fue creador, en 1983, de la Escuela de Estado Mayor (ESFA), la primera de estudios militares superiores, e impulsor del Instituto Militar de Educación Superior (IMES) de las Fuerzas Armadas. Lleva su nombre, desde el 2015, la Escuela de Graduados de Estudios Militares del Ejército. Promotor del primer Centro de Datos para las FF.AA. (1979), forjador del Departamento de Historia Militar (1981), de la Biblioteca Militar José Gabriel García, del Museo de Armas y el Parque de armas (1983), y vigorizador del Departamento de Historia y Geografía del Ejército.
2.- Altitud: Ocupó las más altas funciones castrenses: dos veces subjefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea Dominicana (FAD); comandante de la Primera Brigada de Infantería, inspector general, subjefe y jefe de Estado Mayor del Ejército; jefe de la Policía Nacional, subsecretario y secretario de Estado de las Fuerzas Armadas.
3.- Escultor: Diseñó y construyó los carros blindados RM-77 y RM-79, el segundo vehículo “Papa móvil” (asiento del Papa Juan Pablo II), los monumentos a la gesta de Palo Hincado de 1808; El Número de 1849; El combate naval de 1844; La Plazuela (cercana al árbol donde fue herido Francisco del Rosario Sánchez, en 1861, y Juan Santiago de El Cercado. Asimismo, configuró los logos de la Dirección General Forestal, la Policía Nacional y del IMES, así como el banderín del Ejército.
4.- funcionario: Fungió como secretario de Interior y Policía, administrador general de Bienes Nacionales, con rango de secretario de Estado, y coordinador de los trabajos del monumento a Capotillo.
5.- Escritor: Escribió los manuales del mortero y calibres de las escopetas, y los libros Azua documental (y apuntes históricos), La bandera y el escudo dominicano, Historia militar dominicana y Cronología militar de la Restauración (10). Junto a Hamlet Hermann publicó la obra El guerrillero y el general, y en compañía del teniente general retirado Miguel A. Soto Jiménez los textos Campañas militares de la independencia, Efemérides militares de la independencia y cronología militar de la independencia. Sus libros son usados en las academias militares.
A sus 95 años de edad (23 de marzo de 1927, en Azua), Ramiro Matos González ingresa a la Academia Dominicana de la Historia (28 de abril de 2022, hace varios días) y se solaza mirando en retrospectiva los 37 años de su ascendente y renombrada carrera cuartelaria: 1949-1986. Preceptor de miles de oficiales superiores y subalternos, entre ellos tres de sus hijos: un teniente coronel, una coronela y un mayor general, ex jefe del Ejército y quien recientemente ocupó la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD). El nonagenario tiene en su hoja de servicios haber pertenecido a la Plana Mayor de tres instituciones castrenses y una policial. Sus compañeros le rinden pleitesía.
Laureado guerrero por sus contribuciones y récords en su campo de acción, sobre sus hombros se aposentan inculpaciones históricas que, por sus registros periodísticos y bibliográficos, jamás serán borradas del imaginario colectivo. La mejor sustentada penalmente ha sido la querella sobre la ejecución a mansalva del líder político más noble y puro de la sociedad dominicana: Manuel Aurelio Tavarez Justo (Manolo). Su conocimiento público desde los estrados, para su respectiva sanción o absolución, acampa como un imperativo que conviene tanto al imputado como a la sociedad.
Como colofón, no rumiando en la garita ni en bala de salva, el mayor general retirado Ramiro Matos González sirena como un multijugador modelo referencial para apostillar en los anales bélicos y socio-políticos de más de medio siglo, y para la enseñanza en las academias, en las barras trazadas, por los valores antagónicos transferidos y resignificados. Irrebatiblemente, las incriminaciones (por hechos espantosos) reproducidas generacionalmente resuenan y se incrustan más descomunal en la colectividad que la cuota de bienes intangibles pedaleados pedagógicamente en un segmento militar puesto en tela de juicio.
Citas bibliográficas:
1.- Pequeño Larousse Ilustrado, Editora de periódicos La Prensa, México, 1989, pág. 488.
2.- Mainardi Vda. Cuello, Carolina (Doña Conina), “Vivencias”, Editora Manatí, 2000, pág. 204.
3.- Brache Batista, Anselmo, “Constanza, Maimón y Estero Hondo. Testimonios e investigación sobre los acontecimientos”, 2009, pág. 374.
4.- El Caribe, 21 de diciembre de 2013.
5.- Matos González, Ramiro, “Guerra de abril. Inevitabilidad de la historia. Textos del seminario sobre la revolución de 1965”, 2007, pág. 203.
6.- Hermann, Hamlet, y Matos, Ramiro, “El guerrillero y el general”, Editora Alfa&Omega, 1989, pág. 140.
7.- Hermann, Hamlet, y Matos, Ramiro, obra citada, pág. 137.
8.- https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Caama%C3%B1o.
9.- López Reyes, Oscar, “Poblada y matanza (1984). Tres días de protestas y otros relatos”, Impresos y Publicaciones del Banco Central, 2005, págs. 25-33.
10.- Matos González, Ramiro, Cronología militar de la Restauración, y otros del autor.
Cordialmente,
Oscar López Reyes
Periodista-mercadólogo, escritor y articulista de El Nacional,
Ex Presidente del Colegio Dominicano de Periodistas.
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