lunes, 29 de septiembre de 2025

El orgullo de ser dominicano

Por Federico Pinales.

Como la gran prensa amarillista solo resalta y da seguimiento a los errores de algunos dominicanos indeseables radicados en el exterior, quiero usar esta tribuna para levantar, lo más alto que se me permita, el escudo del orgullo de ser dominicano.

A medida que visito más concentraciones de compatriotas fuera del país y observo el comportamiento colectivo e individual de muchos, me convenzo de que los “descarriados” son la minoría y los laboriosos de buen vivir constituyen la gran mayoría.

Son trabajadores, estudiosos, emprendedores, alegres, divertidos, solidarios y honrados.

Con el dominó, la comida, el baile, los deportes, el arte, la política, los negocios de bodegas, supermercados, barberías, salones de bellezas y talleres de mecánica y repostería, entre otros, sobresalen donde quiera que se radican. Especialmente en los Estados Unidos, Europa y El Caribe.

Se las ingenian para divertirse sanamente entre amigos, con fiestas muy concurridas en los patios de viviendas privadas, las cuales continúan en los sótanos, después que la Policía les ordenó bajar la música a las 11 de la noche.

Como empresarios, educadores y religiosos, también han plantado bandera, para, junto a los peloteros, minimizar la imagen negativa proyectada por aquellos indeseables que prefieren el camino de la vida fácil y deciden quebrantar el ordenamiento jurídico de los países que les han dado acogida.

La ciudad de Lawrence, Boston, Massachusetts, y estados aledaños son de esos lugares donde los dominicanos se han dejado sentir de diferentes maneras positivas, salpicadas, a veces, por algunos desaprensivos que hacen el papel “del pelo en el sancocho”. Como se dice en el argot popular dominicano para sintetizar el sentimiento de frustración, cuando dentro de algo muy bueno se encuentra algún detalle que desentona.

Por esa razón, cuando usted hable de las virtudes de los dominicanos y alguien le refute con algún ejemplo de casos negativos, no le contradiga, y respóndale con la siguiente expresión: “Bueno, usted sabe que nunca falta un pelo afrentoso en el sancocho. Pero eso no quiere decir que el cocinado haya quedado mal. Por lo tanto, su opinión no debe generalizar a un conglomerado humano, que esparce diversión, alegría, sabor, solidaridad, honestidad y humildad, llevando en su frente con honor, el orgullo de ser dominicano.

 

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