viernes, 20 de noviembre de 2020

“El Olímpico” el más humilde de los inmortales

Se retiró con oro en Santiago’86; bronce en Indianápolis’87; y dos Juegos Olímpicos (4tos de final en Seul’88). Oro en Mundial Juvenil, 1983


YOEL ADAMES F.

SANTO DOMINGO.- 
Hasta que no suene el campanazo final hay es­peranza de victoria y “Ma­nolo” –protagonista de una prolongada carrera de más de 500 peleas ama­teur- conoce el concepto como nadie.

“Nunca perdí la espe­ranza de ser inmortal, sa­bía que había dado todo por mi país y si hubiese muerto sin este logro, me iría conforme por la opor­tunidad que me dieron de defender mi bandera”, desenfrenado de alegría y entre lágrimas narra pa­ra LISTIN DIARIO su gran historia de vida el técnico por excelencia del ring y símbolo del boxeo de ciu­dad La Romana.

“Me siento feliz, mara­villoso, soy un ser superes­pecial porque estamos en el Señor y Él siempre nos tiene sorpresas que nos to­can el corazón como esta.

Agradezco a todos los que creyeron en mi elec­ción y a Dios por darme la vida para verlo”, Manuel Herrera.

The Palmas es un pe­queño hotel de Miami, donde ‘Manolo’ (como su madre le llamaba a Ma­nuel Herrera durante su niñez), ha sido lavador de platos, barrendero, orga­nizador de mesas, encar­gado de los mozos y ante todo, un dominicano ho­nesto… En ese especial lu­gar celebró en grande con sus compañeros de traba­jo su ascenso a la inmorta­lidad, 22 años después de su retiro. 

“Nunca le he te­mido al trabajo, luego de mi retiro del ring, eso es lo que he hecho de mi vida, trabajar con honestidad, aquí y en otros restauran­tes les he servido a ricos y pobres, a figuras que se asombran al verme, pero eso no me sonroja, le brin­do un trago, una entrada, un buen plato y lo hago sentir bien”.

Vida de sacrificio


El destino ha sido coherente ante Herrera, a sus 56 años aun no olvida sus andares descalzos en su callejón na­tal ‘Guaymate’ del sector ‘La Shell’, en La Romana.

En esa enlodada calle­juela en temporada de ma­yo, Manuel tuvo que salir de ‘limpiabotas’ para ayu­dar a su madre con el sus­tento diario de la casa; pero con eso no cuadraba para la compra de alimentos.

“Nunca tuve vergüenza al trabajo, por eso hoy si­go en una cantina haciendo lo que me pidan… cuando era limpiabotas, entonces al mediodía me quitaba por un rato, guardaba la lim­piabotas y me ponía a ven­der periódicos y ahí si le cuadraba los chelitos a la vieja.

“Después que tenía más fuerza, me fui al merca­do y ‘carretillaba’ la com­pra de la gente de un lado a otro y se la llevaba a la casa si no era muy lejos… me buscaba la comida de la casa como un toro”, re­cuerda con orgullo, quien en 1983 se convirtiera en el primer campeón mun­dial juvenil de la Repúbli­ca Dominicana en cual­quier deporte.

Hijo único de doña Lila

Los sentimientos y las vicisitudes de Herrera po­drían tener muchos pun­tos de encuentros, pero ser el primogénito e hijo úni­co de Lila le dieron fuer­za para enfrentar la vida y desde muy temprana edad tratar de cambiar el am­biente de pobreza que le rodeaba junto a su madre.

La señora Lila Isabel He­rrera, de quien prefirió lle­var su apellido y asumir el reto de ser su unigénito, es el candil de su vida.

“Mi padre vive en Ba­rahona y tiene como cinco otros hermanos míos; pe­ro Lila solo me tiene a mí y yo a ella;

“Yo tengo siete hijos, so­lo una hembra, tres en el país nuestro, y cuatro en Miami”, expresa

“Son mayores de edad e independientes. Adivinen, tengo que regresar a mi país para juntarme definitivamente con Lila y darle todas mis atenciones, lle­vo más de la mitad de mi vida en el extranjero”, dijo Manuel Herrera, perdón, “Manolo”.

Una carrera para la historia. Excepcional. Ha sido uno de los más grandes atletas domini­canos de cualquier dis­ciplina durante las déca­das de los 80 y 90.

Hito: En el Mundial Juvenil Aficionado, se convirtió en el primer dominicana en ganar medalla de oro en este tipo de evento.

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