lunes, 9 de mayo de 2022

El Conde, opulento y risueño en la vitalidad profesional

Oscar López Reyes.

La emblemática calle El Conde, paisaje tropical de opulentos y risueños edificios coloniales y neoclásicos, peregrina como un afluente para la vitalidad profesional de quien os escribe, en los frontispicios académicos y laborales, y como un recodo de esparcimiento. Trasmuta, ya prácticamente sin sus tiendas tradicionales y con la ausencia de aquellos poetas renombrados y personajes folklóricos y delirantes, que ridículamente se rascaban sus barbas.

El Conde, primero con su calzada de tierra, en 1502, después con su capa asfáltica en el transitar vehicular de Este a Oeste, y luego adoquinado y peatonal, copla como un espacio público de superior significación en nuestro discurrir existencial. O como una especie de Ada Madrina.

Reliquia histórica que comienza en el kilómetro 0, con el mausoleo de los padres de la Patria -Duarte, Sánchez y Mella- como telón de fondo, hermosea ahora con el atuendo de turista, adornada de cafés, restaurantes, hoteles, tiendas de souvenires y cantantes sin abolengos que modulan con graciosa belleza, hasta las escalinatas que conecta con la avenida en honor de otro símbolo patriótico: Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Por más de 40 años -desde el rayar del alba hasta las negruras de las noches-, me nutrió de relaciones, conocimientos e ingresos monetarios esa arteria que originalmente fue llamada calle de Clavijo, posteriormente calles Real, Imperial, Separación y -desde 1924- El Conde.

La designación enaltece al gobernador español Bernardino Meneses y Bracamonte y Zapata (Conde de Peñalba), quien, con el auxilio de cangrejos, mil 300 lanceros y 700 soldados, venció frente a las murallas de la capital, el domingo 25 de abril de 1655 -después de 22 días de combate-, a 6 mil soldados y marineros del almirante William Penn y el general Robert Venables, que pretendían incorporar al reino de Inglaterra esta isla bajo el dominio de España.

Ese bulevar con el nombre de un dignatario de la nobleza remojó mis pupilas, injertadas desde hebras de cabellos hasta las plantas de los pies, en por lo menos nueve cubiertas:

1.- Cuando laboraba como secretario del presidente-administrador de Radio Barahona, Rodolfo Z. Lama Jaar, desde el Instituto Dominicano de Periodismo (IDP) –situado en la intersección El Conde/calle Meriño- recibí, en el ocaso de 1974, las primigenias lecciones de redacción de noticias, reporterismo, crónica, etc. Buen aprendizaje!!

2.- El 2 de abril de 1976 me inscribí, en la morada número 15, apartamento 301, en un curso de periodismo por correspondencias en Progress Institute, con su sede principal en Buenos Aires. Edificio de buenaventuranzas.

3.- A mediados de 1976 visité al pariente Miguel Pineda López en Radio RPQ Cadena Azul, en la segunda planta del edificio Jaar, en este trazado vial esquina Espaillat, para buscar orientación sobre cómo trabajar en un área técnica de un rotativo. Me señaló El Sol, donde en breve ingresé como componedor (ahora digitador) de ese matutino. Guía del poniente, como rosa de los vientos.

4.- En 1976-1978 cada martes subía a la segunda planta del edificio Prota, en este carril, entre las calles Duarte y 19 de marzo, para entregar colaboraciones periodísticas en la redacción del semanario político denunciativo Despertar, que eran publicadas con el seudónimo de Olmo Féliz. Empuje de la interpretación periodística.

5.- El 25 de septiembre de 1989, luego de terminar un post-grado en mercadeo en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec), emprendí un animado proyecto de independencia profesional, empujado por la imaginación y un pequeño préstamo: la firma de comunicación y marketing Publimercadeo, en el apartamento 305 del edificio La Puerta del Sol, en El Conde esquina José Reyes, antigua sede de la afamada revista Renovación y la publicitaria Extensa.

Acompañado del fotógrafo Cándido Torres y la secretaria Dora Medina, Publimercadeo se estampó así como una de las primeras empresas de relaciones públicas de República Dominicana, en la embocadura de un mercado de esta área escaso en ofertas, con poca competencia y abundantes espacios en los diarios. La cosecha productiva.

El marketing entró en acción. Seleccioné como nichos a las asociaciones empresariales y a las organizaciones de interés social (Ong’s). Como el primer cliente se registró la Asociación de Empresas Industriales de Haina, como el segundo la Asociación de Industrias Farmacéuticas Dominicanas (Infadomi), el tercero la Asociación de Empresas Industriales de Herrera, y el cuarto Acción Pro Educación y Cultura (Apec) y sus cuatro instituciones afiliadas.

¿Qué hacía? Ofrecía asesoría en comunicación para el fortalecimiento de la imagen institucional, como organización de eventos; cubría actividades de los clientes para redactar informaciones de prensa, colocaciones publicitarias, coordinación de entrevistas en la prensa escrita, la radio y la televisión; diseño y edición de periódicos, boletines y revistas, y la preparación de síntesis noticiosas, remitidas cada día, semanal o mensualmente.

6.- Como se cumplía la meta propuesta, en poco más de dos años, la firma amplió sus servicios y se mudó a un espacio físico más amplio: los apartamentos 203 y 204 del edificio 15 de El Conde, frente al Parque Colón, el mismo edificio de Progress Institute y en los cubículos en los cuales funcionó el Consulado de Estados Unidos, oficinas de la licorera Siboney y varias publicitarias. Ese inmueble, desde donde cavilaba en la escucha del campanario de La Catedral Primada de América, fue mi centro de trabajo, hasta el 2017, acompañado de mis hijos Enver, Alex, Evelyn y Deyanira. El número de empleados ascendió a más de 10. Más vendimia fecunda.

7.- En los períodos 2005-2007 y 2009-2010 laboré como director de relaciones públicas del Colegio de Abogados de República Dominicana, ubicado en El Conde esquina Meriño. La juridicidad en acción.

8.- En el período 2012-2017 fungí como encargado de relaciones públicas de la Asociación de Comerciantes de El Conde (ASOCONDE). La marca como apertura.

9.- Entre 1986-2020, diariamente interponía mis pies en este corredor de línea recta para cumplir faenas laborales en sus alrededores: El Codia, la Fundación Dominicana de Desarrollo (FDD), el Cuerpo de Bomberos de Santo Domingo, la Sociedad Dominicana de Bibliófilos y el Instituto Duartiano. El servicio social como portaestandarte.

Por 25 años, la pequeña empresa trabajó en El Conde 15 para decenas de asociaciones empresariales, organizaciones sin fines de lucro, empresas privadas, entidades profesionales, dos organismos oficiales comunitarios y corporaciones internacionales.

Durante 31 años (1989-2020), los conocimientos adquiridos en cursos y seminarios-talleres, experiencias, investigaciones y observaciones en interacción con más de 50 organizaciones, allanaron el derrotero para la publicación, en 1996, del más actualizado y voluminoso libro en ese momento (222 páginas), titulado “Relaciones públicas y marketing social. Conceptos y programas para la autogestión”, texto de apoyo a estudiantes de comunicación social, publicidad y mercadeo.

Esas pericias facilitaron también la tirada de otro ensayo: “El miedo escénico ¿Qué es y cómo superarlo?, en el 2010. La segunda edición de 143 páginas tuvo efecto en el 2014.

Desde ese paseo sin aceras llegó la revolución arquitectónica, con la construcción de las primeras torres. Curtido de artistas plásticos y artes ambulantes, en sus 10 cuadras, en la anteriormente Calle de la capital se interponen edificios coloniales, neoclásicos, modernistas y contemporáneos, como el Palacio Consistorial (primer ayuntamiento del Nuevo Mundo), Diez, Cerame, Baquero, donde en 1928 fue instalado el primer ascensor del país, y Copello, asiento del gobierno en almas de Francis Caamaño.

Ubicada en la Ciudad Colonial, declarada por la Unesco patrimonio de la humanidad, y circundada por los más antiguos templos católicos, El Conde albergó al diario El Caribe, y a Listín Diario y Ultima Hora en lugares contiguos; la agencia internacional española EFE, las oficinas de las revistas Cosmopolita y Renovación, el periódico Prensa Libre (incendiado en 1965 por anticomunista), el semanario Despertar, y numerosas estaciones radiales.

En 1961 floreció como centro de las actividades políticas, y sirvió como asiento del Movimiento 14 de junio, el PRD, la Unión Cívica Nacional, Vanguardia Revolucionaria, Partido Liberal Revolucionario y otros partidos.

Luego, en las décadas de 1980/1990, exhalaron con sus talentos y cacúmenes creativos las publicitarias Fénix, Publinter, Universal, Eben, Extensa y Lima, y en sus alrededores Punto publicidad, Ferco publicidad, R. B. Publicidad y Almonte Estudio.

Metafóricamente, El Conde de hoy no se parece al de ayer, ni ese pretérito regresa a la actualidad. Las imágenes contemplativas expiradas se cruzan por la vista, como una película rebosante de nostalgias, que se anhela por la ausencia infinita, postrados en las ilusiones de aquellos tiempos en que las campanas repicaban con más ímpetu.

En estos días. En estos meses. Y en estos años, los recuerdos se trenzan en las figurativas ideas y palabras de esa trillada y caduca temporada, centelleada por las carretillas impulsadas por el sujeto humano, las carretas tiradas por caballos y las carrozas de cuatro ruedecillas movidas por motores.

En las décadas de despedidas del siglo XX memorizan, en las horas matutinas y vespertinas, el andar del apuesto cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez por esa alameda romántica, el doctor Leonel Fernández (posteriormente presidente de la República) subir y bajar las escalinatas del Edificio Diez para almorzar en la fonda de Luis, en la esquina con calle Hostos, y el arquitecto y urbanista Omar Rancier tomando apuntes para seguir escribiendo sobre sus palpitaciones.

El placer visual de esa estación vencida retrotrae la mirada hacia la cafetería establecida en el costado con la calle Meriño, llamada “El palacio de la esquizofrenia”, donde solía desayunar el periodista Rafael Bonilla Aybar (Bonillita), ojeando, en cada bocanada, el Instituto Dominicano de Periodismo (IDP), hacia donde cada mañana trotaba, en chacabanas, su director, el también periodista Salvador Pittaluga Nivar.

A unos metros de El Conde 15, frente al Parque Colón o antigua Plaza de Armas, se enraizaba el edificio que fue sede del bufete jurídico de Abelito Rodríguez del Orbe (más adelante Procurador General de la República y Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo, a quien se le veía de la mano de su pupilo Guillermo Moreno García, juramentado por Fernández como Fiscal del Distrito Nacional. Y ese deshago con el aleteo de palomas típicas en el Parque Colón regocijó al novelista Pedro Peix, para caminar tieso por la vía de referencia, vestido con saco y corbata, a pleno Sol del mediodía, sin saludar ni siquiera al más simpático.

Callejeros de El Conde fueron el escritor Euclides Gutiérrez Félix, quien se entretenía conversando en las tertulias improvisadas de la Cafetera; el modelo de honradez José Joaquín Bidó Medina (fue investido como rector de la UASD) rumbo a sus oficinas de abogado; el apaciguado Dennis Peña, distribuyendo con pasión libros usados, y Macalé (Fabián Tello Alvarado) en dirección a su negocio cultural de la calle Arzobispo Nouel, donde vendía revistas y periódicos internacionales y nacionales, así como otros productos.

Escenario para exposiciones de vehículos viejos, libros, artesanías y espectáculos diversos, en esta calle nunca he visto una estatua o monumento en memoria de El Conde de Peñalba, aunque sí la presencia de muchos curiosos de los pueblos y la capital, y miles de turistas foráneos, que se solazan empinados en su pasado y en sus ofertas presentes, igual que los dos pájaros diferentes: el buitre y el colibrí.

Como los vinos añejos, el buitre se alimenta de las cosas remotas y valora los longevos, por la hazaña de llegar a una meta temporal tan extensa, y el colibrí se olvida de las canas y las arrugas, y disfruta plácidamente del ahora. El Conde se ufana como el buitre y también como el colibrí, porque celebra el poder y el donaire de lo vetusto, y veranea la novedad, en la búsqueda de una nueva vida.

Envuelto en esa filosofía, yo festejo las verbenas pasadas y presentes de esa citada senda, que he saboreado deleitosamente, en las cascadas del saber, el decir, el esparcir y el monetizar. ¡Revivamos, aún más, El Conde, ese Conde inmenso!

Cordialmente,

Oscar López Reyes
Periodista-mercadólogo, escritor y articulista de El Nacional,
Ex Presidente del Colegio Dominicano de Periodistas.

 

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