En la capital, discursos, discursos; en el gobierno, discursos, discursos, discursos; en las fundaciones, discursos, discursos. Y en El Gramazo, Padre Las Casas, no hay escuela, no hay puente, no hay caminos que sirvan, no hay trabajo, no hay futuro.
Por VIANCO MARTÍNEZ/ESPECIAL PARA ACENTO.COM.DO(Imágenes: Lenard Segura)
Tuvieron que tirarse a un río crecido para ir el pasado sábado a tomar las clínicas de las Pruebas Nacionales a Constanza, que es el sitio donde estudian porque los gobiernos -todos, uno detrás de otro- se han negado a hacer una escuela en su tierra: El Gramazo, de Padre Las Casas, provincia Azua.
Eso daba pena: siete muchachos y dos muchachas, algunos casi niños. A una de las estudiantes casi se la lleva el río de tan fuertes que bajaban las corrientes.
Son estudiantes de El Gramazo, la comunidad más olvidada del mundo. Está a 1,100 metros de altura, en un altiplano en el camino que conduce a Constanza. Y las autoridades de los gobiernos -de todos, uno detrás de otro- no se han dado por enteradas de que allí, en un recodo de la cordillera Central que está situado fuera de la jurisdicción de los discursos, viven más de cien familias, y que cada vez que llueve en la cabecera de los ríos que nacen o pasan por Constanza, quedan completamente incomunicadas.
Hasta hambre han tenido que pasar cuando se les acaban las provisiones. Allá, en El Gramazo y en las aldeas aledañas, no llueve agua, lo que llueve es pena. Para llegar a El Gramazo los moradores levantaron un puente de palos amarrado con sogas, pero esta crecida, al igual que todas las anteriores, se lo llevó. Y ahora, una vez más están incomunicados.
En la capital, discursos, discursos discursos; en el gobierno, discursos, discursos, discursos; en las fundaciones, discursos, discursos discursos. Y allá, en El Gramazo, los caminos están rotos, no hay escuela que sirva, no hay puente, no hay trabajo, no hay futuro. Hay, eso sí, gente buena y laboriosa, que no se da por vencida.
Allá lo único que queda es la esperanza, que tampoco les ha servido para mucho. Allá la patria es una tristeza colgada de los pinos; allá la patria está herida, y llora.
La historia de las escuelas de la cordillera, de los caminos inservibles y de las promesas incumplidas ya no da más. El último asombro de este tiempo es que se cayó la iglesia del pueblo, un rancho de nada que sirve de escuela y que aloja los pedazos de esperanza que le quedan a la gente, y allí, entre los escombros de aquella nada, están recibiendo clases los hijos de la montaña.
Cada vez que se rompe una escuela se rompe una estrella y alguien tiene que salir corriendo a reponer su luz. Pero eso sucedió hace tres años y las autoridades del Ministerio de Educación (Minerd), ni del Distrito Educativo 03-02 de Padre Las Casas aún no se han dado por enteradas.
El Gramazo es un paraíso encantado que vive encima de las nubes, una tierra luminosa que lo tiene todo. Su vestido son los ríos, las nubes, las cañadas; son las cosechas de habichuela y los colores del rocío, las tardes de nácar y las mañanas vestidas de ternura. Cuando sus niños sonríen, el mundo cambia de color. Es, en toda regla, una comunidad de gente trabajadora.
Está tan lejos que allá no llegan ni los candidatos. El día que en este reino de lo insólito haya una insurrección de la esperanza, El Gramazo y todos los gobiernos van a pasar a la historia. El Gramazo, por ser un lugar donde el olvido se convirtió en una humillación; y los gobiernos -todos, uno detrás de otro- por haberlo propiciado.
¡Por si sirve de algo, aquí están las imágenes de la tierra del olvido!
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