martes, 28 de agosto de 2012

CHÁCHARAS DE LA MUJER BULLOSA


Por Henry Osvaldo Tejeda

Hace días estuve leyendo que, las moscas hacen tanto ruido cuando están haciendo el amor, que los murciélagos aún siendo ciegos, las detectan con gran facilidad y se las comen, por bullosas.

Eso me hizo recordar lo que me contaba un amigo, que del barrio en que vivía una joven mujer, de la que unos vecinos se querellaron ante la policía.
Fue fue llamada “a capítulo” antes de  despacharla, le dieron un chance con la condición de que dejara de hacer ese "reperpero" que ella armaba cada vez que le estaban “dando en la madre”…. perla.

La mujer se comprometió a no hacer mas bulla, incluso, le dijo a la policía, que como eso ya es una costumbre vieja en ella, desde ese momento hasta que dejara de hacerlo, se pondrá una tusa envuelta en un trapo dentro de la boca. ¿Porqé una tusa? Luego supe, que amortigua el sonido. ¡Diablos!

No era solamente por la gran satisfacción que sentía que la mujer gritaba, había otro ingrediente en el asunto, porque según los vecinos, esas maldiciones que ella decía, ellos no creían que fueran pronunciadas por sentir placer. Más bien parecían frases de enojo. Y tenían razón.

_¡Ay, mi madre, esto si es bueno!  ¿Quién es que ha dicho que e’palante que vamo, nooooo, e’pabajo que ta la cosa, sigue ahí, maldito estúpido e’má pa'bajito, otro chin má pa'bajo!  ¡Okey, ahí mismo! Ahora'e, ahora'e. 
Cuando las cosas iban bien, ella parecía que andaba en un mitin del PLD. ¡Ahora’e, ahora’e!

En eso, hubo una pequeña dificultad, ocurrida en un lugar del cuerpo del hombre, cuyo nombre no me atrevo a decir, lo único que sé es que según escuché a un vecino decir, parece que el tipo no las traía todas consigo y cada vez que la mujer se calentaba, el trapo de "cosa"| esa que tenía el tipo miraba para abajo y no respondía cuand lo llamaban. ¡Ya está la cenaaaaaa!

_¿Y ahora qué le pasó a esa porquería? –Dice la mujer- Debería darte vergüenza ese desgonce. Una mujer como yo, que se pasa todo el día trabajando y cuando llega esta hora, es como si asistiera al velorio de un descascarao.
_No te da vergüenza esa maldita cosa? Esa misma cosa a la que antes le llamabas dizque "Mi tronco de bambú", y que ahora se ha convertido en una mezcla de gelatina y vainita. 

_ ¡Mujer, pero cállate esa boca! ¿Es que no ves que los vecinos pueden estar oyendo?
_Y a mi que carajo me importa esa vaina, ¿Cómo tu crees que ellos hicieron ese reguero de muchachos que vemos to'lo día en el patio?
_ ¿Crees acaso que fue por Internet? ¡No fuñas tú, vamos de nuevo, pero más te vale que te endereces ese jodío cabezón! 

Así con presión, no es bueno ese asunto, digo yo.

Otro intento de la desesperada mujer, y el hombre está casi por hacer valer su hombría, la mujer hace todo lo que está a su alcance para levantar el muerto hasta que por fin, el hombre dice casi gritando tan alto como lo hace la mujer: 

_ ¡Huyeeee mujer, ahora si! ¡Ahoras'e, ahora'e! Pero date prisa, huye!
Desde que la mujer dejó de zangolotearle la pobre e infeliz "cosa", y como una vaina mandada por el mismo Diablo, “la cosa” volvió a voltear su cabeza y su único ojo para abajo. No había más que hacer. Parece como cuando a un gallo el contrario le da lo que los galleros llaman “un golpe de bolsón”. Cuando un gallo recibe un bolsón, no se levanta más.

La mujer no dijo nada, pero si ese hombre hubiera tenido vista de rayos ultravioleta, se habría dado cuenta de que la mujer lo estaba asesinando con los ojos. Parece que se lo imaginó porque, el pobre hombre se apeo de la cama, se puso la ropa, cogió los pocos bártulos que tenía en la casa y se largó para no regresar jamás.
En el camino, miró hacia abajo, es decir, hacia su bragueta y dijo: 
_¡Hijo de tu maldita madre!



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