Por José Luis De Ramón
Socio Director
Considero que el tema de verdad importante es la pobreza, y no la desigualdad. La quinta parte de la población vive en extrema pobreza, con ingresos de menos de un dólar por día. Pero el hecho de que la concentración de la riqueza es cada vez mayor obliga la reflexión. En 2015, el 88% de la riqueza del planeta está controlada por el 10% de la población.
La estructura impositiva mundial ha manifestado tres cambios relevantes en el las últimas décadas:
1. Los aranceles han perdido importancia, eliminados con el avance del libre comercio.
2. Las tasas de impuestos que gravan la actividad empresarial han bajado, de una media de 53% en 2005 a 41% en la actualidad, según el Banco Mundial. Los resultados han sido mixtos, manteniéndose el nivel de las recaudaciones en los países ricos pero disminuyendo en los países pobres.
3. Los impuestos que gravan el consumo se han convertido en la principal fuente de ingresos fiscales de los países en desarrollo. Según la OCDE, en Latinoamérica y el Caribe estos pasaron del 5.2% al 6.8% del PIB entre el 2000 y el 2013. El IVA es el nuevo gran recaudador.
Existe, por tanto, un gran incentivo para que los gobiernos se reenfoquen hacia los impuestos a los ingresos (y la propiedad), sobre todo los de las personas con mayor riqueza. En los países miembros de la OCDE, las personas y las empresas contribuyen con el 11.6% del PIB con sus impuestos. En las economías de Latinoamérica y el Caribe esta contribución es de 5.5%. En el caso de República Dominicana la contribución es mucho menor, de 3.5% del PIB en 2013.
Que esto ocurra en la región parece remoto. En primer lugar, la percepción de corrupción y baja calidad del gasto son altas entre las personas de ingresos medios. Su apoyo a mayores impuestos a los ingresos es más que dudoso. En segundo lugar, la capacidad de negociación de los más ricos con el Estado es muy grande en la región.
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