miércoles, 15 de abril de 2020

La respiración y la ansiedad

Oscar López Reyes


El más conspicuo pensador de la Grecia Clásica, Aristóteles, quien en sus investigaciones científicas y teoréticas filosóficas y socio-políticas apeló a la medicina, apostilló que “el aire es tu alimento y tu medicamento”. Ese enunciado se comprueba cuando una bioanalista exhorta a una persona a la que va a inyectar a que respire, para que se relaje, y en las clases de locución y oratoria se enseña a inspirar para controlar la ansiedad y no sentirse sofocado.

La angustia se esparce, como un flagelo devorador, por todas las laderas de la sociedad contemporánea. Flamea ante la aparición de una enfermedad catastrófica, la presión por deudas, la incertidumbre por el futuro, un examen estudiantil, el deseo irrefrenable por alcanzar un objetivo, una entrevista de trabajo y la pronunciación de un discurso público improvisado. También, por el anunciado advenimiento de un ciclón, una guerra o un virus mortal; por la espera de una sentencia judicial, un concurso público, una competencia y una contienda electoral muy pegada.

En vez de anclar en la bohemia, levantando el codo idílico y rumiando plácidamente por patios y bulevares licenciosos, o en un ansiolítico o fármaco para calmar la incomodidad del alma, que brota con rabieta y enreda en la adición, saludable sería resguardarse en el “pranayama” o arte del buen soplar. Prana encarna la energía, y yama la perfección. 

El pranayama aliviana en el rejuego de inhalar y exhalar por la nariz, suave y lentamente, sentado en una banqueta en postura de meditación, acostado en una corcha o parado, siempre con la columna vertebral, el cuello y la cabeza alineados. Con los dedos anular y meñique tapando una fosa nasal, por la otra toma cuatro (4) sorbos de aire, retiene dos (2) y suelta ocho (8). Luego alterna con el otro orificio.

Otra técnica de control respiratorio: puesto de pie extiende los dos brazos hacia adelante y junta las palmas de las manos. Pausadamente los va abriendo y girando hacia atrás, tomando aire por la nariz, hasta llegar al centro, colocados en forma de cruz. Entonces comienza a cerrarlos, botando la brisita.

En cualquier procedimiento, puede comenzar con cinco minutos por la mañanita y la nochecita y, con el tiempo, duplicarla, triplicarla o cuadruplicarla. Tanto en los métodos de respiración alta o clavicular, media o intercostal y baja o abdominal, o en el conjunto de las tres, se ponen en movimiento la nariz, la clavícula, el pecho, los pulmones, el diafragma, el esternón y la caja torácica.

El doctor Frank Canelo, médico naturista y cirujano, presidente del Centro Yoga Devanand, y otros de sus instructores no recomiendan estos ejercicios para los que han sido operados del corazón o tienen descontroladas la presión arterial.

La estudiosa Marietta Till, autora del libro “El poder de la respiración”, postula que esa práctica ventila y limpia la nariz, libera el nerviosismo, el enfado y el miedo; aumenta la iniciativa, la concentración, la circulación sanguínea y la vitalidad; ayuda a superar el resfriado incipiente y las afecciones respiratorias, la anorexia, la fiebre de candilejas, la depresión y la sensación de estar cansado de vivir.

Otros dos especialistas, Ana del Olmo y Antonio Barrero, autores de la obra “Yoga, insomnio y estrés”, apuestan a que la oxigenación de los pulmones limpia la garganta de flemas y los senos frontales, serena el sistema nervioso e induce a la relajación profunda, previene la ansiedad y el insomnio, inmuniza contra la tuberculosis y otras afecciones pulmonares, mejora la calidad de la sangre, el alimento de las células, la digestión y la asimilación, y aumenta la concentración y la memoria.

Los que nos ejercitamos en la yoga, yo desde hace más de 20 años para tener cada vez más paciencia y potenciar las facultades intelectuales, acompañamos tanto las gimnasias psicofísicas como las asanas con la respiración, que capulla como un pilar ineludible de la filosofía (no religión) yogui. Practicarla diariamente exhorta a la disciplina y la fuerza de voluntad, que se facilitan cuando se alientan los estados de ánimo.

Resoplar barca como manantial y bálsamo de la supervivencia humana. Al nacer se tira el grito de inspiración, y se ventilan los pulmones en cada parpadeo y pulsación del corazón. Los cercanos certifican la defunción cuando se apaga el céfiro.

El vientecillo cilindra sin costo para ricos y pobres, porque nos lo regala la naturaleza. Así lo testifica Ana Patricia Botín, hija de António Vieira Monteiro (73 años), presidente del poderoso Banco Santander de Portugal, a raíz de su muerte en Lisboa por coronavirus: “somos una familia millonaria y mi papá murió buscando algo que es gratis: el aire. Murió solo y asfixiado en una cama de una UCI. Olvida el dinero y quédate en casa”.

Cordialmente,

Oscar López Reyes
Periodista-mercadólogo, escritor y artículista de El Nacional,
Director Escuela de Comunicación Universidad O&M,
Ex Presidente del Colegio Dominicano de Periodistas

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