sábado, 12 de febrero de 2022

Medios de comunicación responsables de hacer brillar el talento

Emilia Santos Frías.

Es extraña la ligereza con que las personas malvadas creen que todo les saldrá bien, así solía decir el romántico dramaturgo Víctor Hugo, célebre novelista, autor de algunas de las obras cumbre de la literatura universal, entre ellas, Los Miserables. Pero olvidan, que solo el conocimiento ofrece poder, porque el dinero nada más sirve, para comprar cosas. 

Estas premisas nos guían a hacer alusión al rol de los medios de comunicación; llamados a garantizar derechos humanos y fundamentales. No a ser utilizados para alienar, es decir perturbar a la población, sino, para contribuir a elevar el nivel educativo y cultural, mediante su función: informar, entretener y orientar, con lo que, se fortalece la democracia y las personas adoptan hábitos que les permite vivir en paz. 

Esto así, porque en los medios de comunicación como sistemas e instrumentos, tanto de masa como interpersonales, descansa el compromiso de fomentar valores; visibilizar y enriquecer la cultura autóctona; impedir ataques a grupos vulnerables y jamás consentir acciones que produzcan involución social. 

En ellos, tanto en los medios tradicionales como electrónicos y redes sociales, podemos buscar y obtener views o vistas; hacernos populares; pero siempre, salvaguardando derechos humanos, al no hacer que la diferencia se convierta en desigualdad. Inculcando valores morales, esos que deben ser cultivados en la familia y la escuela; al no permitir ataques a grupos vulnerables, entre ellos, la mujer. 

Los medios de comunicación no están para esparcir odio; esa tendencia, como decía el moralista Plutarco, que tienen algunas personas a aprovechar todas las ocasiones para perjudicar a los demás. 

Al contrario, están llamados a extender sosiego, libertad y paz. Como es bien sabido, y precisaba el escritor Edmund Burke: para que triunfe el mal, es necesario que los buenos no hagan nada. 

Estas deducciones nos extrapolan a la impronta viviente de dominicanas como la polifacética Mercedes García, a quien en el ambiente artístico y cultural hemos conocido desde los años 90, como Cheddy García, una mujer que desde las entrañas de nuestro folklore popular, conquistó el éxito profesional y personal, gracias a su fuerte formación académica y sensibilidad humana. 

Agraviar a Cheddy es ofenden a la mujer dominicana, que ha sabido con desmedido esfuerzo, salir adelante; levantar una familia y mantenerla unida; ser exitosa en su vida profesional y vivir con la dignidad que vive quien ha saboreado el amargo sabor de la retama en busca de la miel de Manuka, de prado o multifloral.

 

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