lunes, 9 de abril de 2012

CHÁCHARAS: UN HIJO DEL BURRO DE CUICO

Por Henry Osvaldo Tejeda Báez

Introducción necesaria


Cuico, era el apodo del dueño de un famoso burro ocoeño. Era un animal conocido por sus travesuras amorosas en la década de los sesentas y setentas. Parece que al tener tantas amantes (burras, por supuesto), dejó hijos por doquier.
CHACHARAS: UN HIJO DEL BURRO DE CUICO

Detrás de cada mujer mandona, hay un hombre mamita. Es la frase de un amigo de infancia que no transige con su autoridad en el hogar.

Los tiempos han cambiado y ya vemos cómo han avanzado las mujeres. Las hay que les sobra el valor para hacer cosas que un hombre mamita no haría.

Hace días, iba una pareja de esposos en una pequeña avioneta. El esposo, de unos 70 años, pilotaba la avioneta y de buenas a primeras, se desmayó y perdió el conocimiento.

¿Qué hizo la señora? ¿Acaso, se desmayó también?

No, la señora tuvo comunicación con tierra, logró poner el piloto automático, pudo manejar la nave por un rato y estaba dispuesta a aterrizar, cuando el esposo "revivió" y tomó de nuevo el mando.

Hace tiempo, supe de una señora de unos 55 años, quien que tener una fantasía, que hasta se me parece a lo que le pasó la señora de la avioneta, sólo que esta doñita lo que soñaba era montarse en un burro que corriera mucho y salir corriendo en su lomo a través de un campo raso.

Se fue a un rancho de alquiler de animales en pleno campo y rentó un burro, los dueños le dijeron que los burros son muy mañosos, por lo que debía ser cuidadosa.

La doña se montó en el burro y emprendió la carrera. El burro resultó muy lento por lo que volvió donde el dueño para que le buscara otro burro que corriera más.

Así lo hizo el dueño, y la doña salió a una velocidad que la hizo sentirse bien. Cuando tenía un par de kilómetros recorridos, de buenas a primeras al burro se le metió una vaina y cogió brisa; parece que se le montó el Overdrive y se mandó en una alocada carrera como "alma que lleva el Diablo".

Pasó un buen rato "en bola de humo", metiéndose por los matorrales, matojos, barrancas, brincaba zanjas. La mujer encima del burro, estaba toda desgreñada y desesperada, pudo sacar su celular y con mucha dificultad, pudo llamar al dueño del burro:

- ¡Aló, aló!

-¡Aquí base de burros, diga usted!

-Soy la mujer que le alquiló el burro

-Si señora ¿Qué le pasa?

-Este burro se ha vuelto loco, parece que ha perdido la cabeza, va corriendo como a 70 kilómetros por hora y rebuzna muy raro; también se va tirando unos gases que suenan como si la guerrilla nos tuviera bombardeando, estoy desesperada, dígame qué hacer.

-Señora, ¿qué le ha hecho usted al burro? ¿Le dio usted algún golpe en la cabeza?

-¡Noooooo, imposible, qué va a ser hombre! Todo iba bien hasta que vio un bulto a lo lejos.

-Dígame usted señora, ¿qué clase de bulto le pareció a usted que era?

-No, no sé. Sólo dígame usted cómo puedo aterrizar, porque este burro ya no está pegado del suelo, creo que estoy en aire. Me parece que estoy subida en un camión volqueta.

-Espere un momento, sólo trate de mantenerse encima del animal.

El hombre se va a los establos en busca del "Gerente de los Burros de Alquiler" y le pregunta:

-Dime Luis, ¿cuál fue el burro que le alquilaste a la señora que salió hace poco de aquí?

-Bueno patrón, ese burro cuando me lo trajeron de San José de Ocoa sólo me dijeron que era hijo de un burro famoso cuyo dueño se llamaba Cuico.

-Me dijeron también, que corría mucho, pero que se ponía medio loco cuando se ponía "recho", pero yo no lo di mucha importancia a eso. ¿Qué pasó?

El patrón no contestó y se mandó al teléfono de la oficina y le dijo a la asustada cliente;

-Señora, ¿Está usted todavía encima del burro?

-Si, pero ahora estoy más alto, parece como que el burro creció y he tenido que agarrarme del cocote del animal para no caerme.

-El gerente lo comprendió todo en un segundo, y solo atinó a decirle a la doña;

-Señora, está usted a salvo, ya no tiene nada que temer, sólo tiene que mantenerse encima del animal por unos minutos más y cuando usted oiga que empezó a rebuznar, sólo tiene que desmontarse con calma y esperarnos ahí, ya pasó todo, esté tranquila. -dijo el gerente y colgó-

La señora siguió las instrucciones, vio cuando el burro enderezó el cuerpo y empezó a rebuznar, entonces ella se desmontó. Ya sentada en una piedra, pudo ver que al lado del burro, había una gran burra prieta que mascaba algo con cierto dejo de satisfacción.

En eso, el burro volvió a rebuznar y a revolcarse en la tierra.

¡Se estaba riendo en su idioma!

¡Burro del demonio tan sinvergüenza! Pensó la señora encendiendo un cigarrillo dispuesta a esperar que la recogieran.
 

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